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Y continuo con mi Biblia. Tiene ésta dos partes en cada una de sus páginas: la de arriba, de pura exégesis y la de abajo, que es su hermenéutica. Es decir, la primera es la traducción aséptica al español desde las lenguas originales, y la segunda consiste en la interpretación que mediante notas hace el hermeneuta cuando lo cree conveniente. Además, cada libro tiene su pequeño prólogo. Todo ello muy alabado por el prologuista.

Pero como yo no he venido aquí a criticar la Biblia (no permita el Señor que perpetre tal desatino), sino el libro de FDP, añadiré que es éste un escrupuloso exégeta y muy mirado canónico. Digo esto porque me he entretenido en contrastar sus referencias a la Biblia con el contenido de la mía y siempre son acordes. Cuando nuestro autor se refiere a la Biblia, trata sólo del Antiguo Testamento y solamente de 17 de sus libros. Pero ha tenido buen cuidado de incluir dos Libros deuteronómicos de última incorporación al Canon (Judit y Macabeos; Concilios de Trento y Vaticano).

Explicaré esto último por si alguien faltó a clase el día que lo explicaron. Los libros deuteronómicos no tienen nada que ver con el Deuteronomio, sino con esto otro: Fueron libros escritos en griego, después de los demás y considerados por los judíos como apócrifos, es decir no escritos por Dios sino por particulares. En la Iglesia, tampoco estaba clara su naturaleza hasta el Concilio de Trento, donde se incorporaron como canónicos por el argumento que la Iglesia podía extraer de ellos a favor de su práctica tradicional relativa a la oración por los muertos, el purgatorio, el perdón de los pecados por la realización de buenas obras, etc. Por esto precisamente se oponían a la doctrina protestante que, por su parte, veía en aquellas prácticas católicas una forma de sacar dinero a los fieles por misas, indulgencias, etc.

Se llamaron deuteronómicos o deutero-canónicos porque fueron como de segunda instancia (deutero = dos, como saben los estudiosos de la fusión nuclear del deuterio -doble masa atómica que el hidrógeno- y el tritio). Los anteriores eran proto-canónicos. Es algo así como si Dios no hubiera tenido duda en cuanto a estos últimos pero hubiera incorporado a los otros en una segunda y más detallada lectura: un pequeño lapsus sin importancia que a Dios se le puede perdonar.

Como dije, FDP sólo toca algunos libros del A. T, y yo ni siquiera voy a entrar en todos ellos; me fijaré únicamente en algunos, por razones que no vienen al caso. Como se verá, siempre trataré de no salirme de los límites de la exégesis y de la hermenéutica, tan elogiadas por el Cardenal Nuncio de Pío XII; de la Encíclica de este Papa se deduce que ambas son palabra de Dios (si alguien dudara de esto, puede consultar su nihil obstat, su imprimi potest y su imprimatur).



CUANDO LA SERPIENTE NO TENÍA ASPECTO DE SERPIENTE

¿Cómo sería la serpiente antes? ¿Qué hermosa apostura tendría, qué arrogancia, qué forma de caminar? Porque en el Génesis la presentan primero como “la más astuta de cuantas bestias del campo hiciera Jehová” pero no nos la describen en el aspecto que tenía para ser diferente al de ahora. Sólo al considerarla culpable de haber engañado a la mujer la amenazó Dios: “Por haber hecho esto, maldita serás entre todas las bestias del campo. Te arrastrarás sobre tu pecho y comerás el polvo todo el tiempo de tu vida”.

Veamos lo que dice el hermeneuta a propósito de la serpiente por si responde a la curiosidad de FDP: “Como prueba del realismo del autor sagrado, debe advertirse que siempre habla de la serpiente y nunca del espíritu maligno por ella representado”.

“La maldición expresa el horror que el hombre siente hacia la serpiente, mayor que hacia otros animales más dañinos que ella. Arrastrarse sobre su vientre es natural a la serpiente, pero es señal de su abatimiento, así como es indicio de  la realeza del hombre el andar derecho. Creían los antiguos que las serpientes comían polvo, expresión de la humillación del vencido”.

Aunque esto que voy a decir no es de FDP, me recuerda a la otra maldición, al hombre en este caso, que queda tan próxima en el relato bíblico y que me valió una callada por respuesta por parte del conferenciante, el jesuita P. Carreira. La maldición divina, según el exégeta, rezaba: “Por haber escuchado a tu mujer, comiendo del árbol del que te prohibí comer … con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra. Pues de ella has sido tomado; ya que polvo eres, y al polvo volverás”.

El hermeneuta también calla a mi pregunta: Y, ¿que pasa con la almeja que también se muere? ¿es que asimismo desobedeció a Dios?


ABRAHAM, UN ANCIANO POCO VENERABLE

… Jehová … le anuncia [a Abraham]: “Salta de tu tierra … para la tierra que yo te indicaré”. Le exhortó a que fundara un nuevo hogar en otro sitio para engrandecerse material y moralmente, advirtiendo que su protección estaría siempre con él, y maldiciendo a los enemigos que encontrara en su camino.

[Resulta que Dios no pidió a Abram que saltara, sino que saliera (salte -le trataba de tú-) de su tierra, Ur, en la baja Mesopotamia para dirigirse a la tierra de Canán (Palestina, para entendernos). Pero veamos lo que dice el hermeneuta].

“Las palabras de Dios a Abram contienen un mandato y una promesa dados en Ur … y repetidos  después tres veces. Una, en la tierra de Canán, a él y a su descendencia: multiplicarla hasta hacerla una gran nación, engrandecerle y darle por fuente de bendición; bendecir a los que le bendigan, maldecir a los que le maldigan y ser objeto de bendición para todas las naciones de la tierra … Se pondera la fe y la obediencia de Abram confiado sólo en la palabra y protección de Dios. La razón de todas estas bendiciones es el Mesías, que de Abram descenderá”.

[Menos mal que hay una razón, porque si no, los tutsis, los lapones, los hutus o los de Bayubas de Abajo podrían sentirse molestos por no haber sido considerados por Dios como pueblo elegido.

Hay aquí otra cosa curiosa. Cuando Abram se marchó de Ur, pasó por Canán, que estaba habitada por los cananeos; Dios le reiteró la promesa pero no le dio la tierra: seguramente porque aunque era muy rico en ganados y en plata y oro, no tenía descendencia todavía; tendría que esperar. Y lo hizo marchándose al desierto del Negueb donde, naturalmente, el hambre le empujó a Egipto. Es allí donde FDP reproduce al exégeta en el caso de Abram usando de su mujer Sara como escudo humano]:

“Mira que eres hermosa y los egipcios cuando te vean dirán: Es su mujer, y a mí me quitarán la vida”.

Le propone entonces que se haga pasar por su hermana y, efectivamente, todos los egipcios la celebran llevándola incluso a la corte y lecho del Faraón. A Abram le trataron bien por amor de ella y tuvo ovejas, ganados, asnos y camellos.

Uno se asombra de que en su niñez le pusieran a ese caballero como símbolo de virtud y honradez.

[Cuando se enteró del fraude, hasta el Faraón se cabreó], y dijo a Abram: “Ahí tienes a tu mujer, tómala y vete”. Y se tuvo que marchar otra vez al Negueb, con su mujer, con su sobrino Lot y con toda su hacienda. Allí le repitió Dios su promesa [esta vez un poco más abultada]: “A tu descendencia he dado esta tierra desde el río de Egipto hasta el gran río, el Eufrates”.

[Es raro que Ben Gurión no recordara esto el 14 de mayo de 1948 cuando leyó en Tel Aviv la Declaración de Independencia de Israel, subsiguiente a la aprobación por las Naciones Unidas del Plan de partición de Palestina en dos estados, uno árabe y otro judío].

[Parece que al hermeneuta no le quita el sueño lo del escudo humano (de “penoso” califica FDP el asunto), porque veamos cómo se lo ventila]:

“Como nómada y extranjero teme la liviandad de los civilizados egipcios y toma precauciones.

Según el Génesis, Abram y Sara eran hermanos de padre lo que no era en muchos pueblos antiguos impedimento del matrimonio. En Israel mismo, a pesar de la Ley, tal vez no se consideraban tales matrimonios como ilícitos …

La medida no evitaba el peligro de adulterio. Para evitarlo, sin duda que el Patriarca ponía su confianza en Dios (san Agustín)”.

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