JESÚS HILARIO TUNDIDOR

Poeta zamorano, 1935, y el más significativo de la Promoción del 60 que integran las voces consagradas de la poesía española contemporánea. Recibió el Premio Adonais 1962 por Junto a mi silencio, publicado al año siguiente.

A él le importa mucho clasificar su obra en dos épocas: La primera que va desde Junto a mi silencio hasta Pasiono (1972). La segunda se extiende desde Tetraedro (1978) hasta sus últimas producciones.

Al hablar de Hilario Tundidor, y al verme envuelto en su poesía, no puedo evitar una consideración previa.

No hace tanto, terminé de publicar mi pentalogía que titulé Soria, tierra de poesía. En ella me preguntaba: Pero, ¿Es que hay tierra de poesía?

Hilario Tundidor me ha dado la respuesta: Lo que existe es una tierra de poetas. Yo no sabría decir por qué, pero existe. Tal vez nuestro poeta nos lo pueda explicar. Y, como parte interesada que es, a lo mejor nos dice que esa tierra es Zamora. No hay más que repasar la nómina: León Felipe, Claudio Rodríguez, Hilario Tundidor, Rodríguez Tobal, Ezequías Blanco, Antonio Justel, Valentín Justel, Agustín Rodríguez …

Y a lo mejor, lo que ocurre, es que entre la tierra (Soria) y los poetas (Zamora) existe un hilo conductor. Un hilo de agua que se llama Duero. No lo sé.

Naturalmente no pretendo hoy competir con los estudiosos de la obra de nuestro poeta que han indagado en ella con profundidad y por extenso. De entre ellos quiero citar, claro, a Luis Arrillaga (Un canto a la vida. La poesía de Jesús Hilario Tundidor). Y también a Giuliana Baita (La pasión por reconocerse).

Luis trajo a Hilario Tundidor a nuestra Tertulia Poética del Buen Retiro (aún no éramos Arco Poético) en el año 2002. Y por cierto, hace nada me ha conminado a que diga de su parte que, siendo Tundidor uno de los dos mejores poetas vivos en lengua castellana (el otro es Gamoneda), que a ver cuándo le dan, primero, el Premio Nacional de Literatura y luego el Cervantes. Dicho queda, Hilario.

Giuliana Baita había defendido en 1998 en la Universidad de Milán su tesis titulada la poesía de Jesús Hilario Tundidor. Con ella obtuvo la máxima calificación. Su director de tesis había sido el conocido hispanista Gabriele Morelli, profesor de Literatura Española.

Pues bien, como doy a entender, yo no voy a hacer crítica de la obra de Hilario Tundidor; me voy a limitar a decir lo que a mí me parece, de ciertas cosas que me han llamado la atención. Sólo de algunas, porque su obra es polifacética y muy rica. No voy a pretender adivinar lo que sus versos le dijeron a él mientras los escribía, sino lo que me dicen a mí cuando los leo.

Una de las múltiples facetas a que me acabo de referir es su reiterado volver a sus raíces, a su infancia y, como mucho, a su juventud.

Veo ese afán perfectamente plasmado en la fotografía que se aparece, y supongo que no por casualidad, en la solapa de su “Antlogía Zamora” que titula Elegía en el alto de Palomares.

En ella vemos a Hilario Tundidor niño de un año más o menos, amorosamente apuntalado por su haya, pisando el umbral que le da acceso a la vida. Ha superado el portón acuarteronado y se enfrenta, con ilusión, a todo el mundo por delante: sólo tiene que descender un peldaño; le espera una existencia abierta, tan abierta que ni siquiera hay un horizonte que la cierre.

En el poemario de Hilario Tundidor titulado Tetraedro me encuentro dos poemas, uno de nombre Fe más alta y otro, Después de aquella tierra sobre los que querría decir algo.

En primer lugar, que Tetraedro es el resultado de varios años de reflexión del poeta. De reflexión y estudio. Estudio de muchas y variadas cosas. Y de pensamientos diversos. El de los presocráticos, entre otros. Y claro, Heráclito el primero. El del panta rei, o del No te lavarás dos veces los pies en el mismo río.

Esa predilección de Hilario Tundidor por el pensamiento de Heráclito le lleva a encabezar Tetraedro con esta cita del filósofo:

Todas las cosas se dispersan y se reúnen de nuevo, se aproximan y se alejan.

El mundo es un vaivén que no para. Jung lo venía a decir de otra forma: la vida es un tira y afloja, una harmonía de contrastes. Y las teorías modernas del universo también muestran esa orientación: parece que éste se expande para contraerse después, en un modo pulsante de existencia.

De la tensión de competencia que se da entre contrarios se alimenta nuestro devenir: de la vida y la muerte y, por analogía, de la madurez y la niñez.

Hilario Tundidor hace una síntesis de esas dos formas de movimiento vital que se encuentran respectivamente, en Heráclito y Nietzsche: el fluir lineal del primero, y el circular del segundo, el del eterno retorno. En efecto, ambos son una misma cosa.

Si nos fijamos en el agua del río que corre y la incluimos en el redundante ciclo circular, no ya de las estaciones que se repiten, sino en la forma en que el sol gobierna su curso, sí que nos podemos bañar dos veces en el mismo río: Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, y los ríos también. Y sus aguas, desde el mar, al cielo, y de éste, vuelta a la tierra y al río


                                                                                                                              SIGUIENTE                                             

PAG. 1 / 2


QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

INICIO

    Pgs.  1    2