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ARTE, PAPIROFLEXIA Y CIENCIA FICCIÓN



Yo tomé la foto de la Fig.1 después del Big Bang, mientras la tierra eructaba montañas desde su estómago situado en el infierno del centro. Al menos ahí dice Dante que está el infierno, aunque añade que no es un horno en llamas sino un lago de hielo; yo esto último no me lo creo y, puesto que parece que no hay acuerdo, prefiero pensar que en esa oficina del estómago, que diría D. Quijote (Libro II), es donde se cuece la vulcanología y todo lo que se le asemeja.

Así pues, en órbita tenemos ya a la tierra aunque todavía le queda mucho por mejorar  hasta llegar a ser la que conocemos por los documentales televisorios de la vida salvaje. De todas maneras, Eduardo Punset no deja de preguntarse desde hace tiempo cómo llegó la tierra a nuestra órbita solar desde el Big Bang. Yo se lo voy a explicar a vosotros ustedes.


Fig. 1

Fig. 2

Los que aún se quedaron en el B.B durante unos milisegundos más, veían que la tierra se marchaba como se ve en la Fig. 2, pero los de fuera podían apreciar que se impulsaba hacia regiones desconocidas (Fig.3), o eso al menos pensaban ellos. Sin embargo la tierra sabía muy bien que se encaminaba hacia una órbita solar.

De hecho, en la parte superior de la imagen se puede ver, aún lejano y algo apagado, al sol; al empezar, todavía no está a plena carga, precisamente porque queda a la espera de que llegue la tierra. Y hacia el ángulo inferior izquierdo, aparece, desprendida, una adherencia terrenal que, según los cosmólogos, es la luna con su aspecto original. Le quedan muchos milenios de rodar y rodar para ponerse redonda como les gusta a los enamorados noctámbulos. Pero se pondrá, seguro!

Esos como tubos negros que le salen a la tierra desde el polo sur son precisamente sus impulsores. Los técnicos se dieron cuenta de ello enseguida al compararlos con los de la nave Columbia que es la referencia inevitable.

Fig. 3

Y así seguimos, la tierra en su órbita solar y el homo sapiens lanzándole sin cesar opas hostiles. Hasta que un siglo de estos a la tierra se le revuelva el estómago, ponga en marcha sus impulsores y, sin dar tiempo al homo sapiens a embarcarse para Marte, emprenda viaje a Plutón (Fig. 4), desembarque allí todo el pasaje (¡Ahí se las compongan ustedes!) y ella se pierda en el primer agujero negro que encuentre al paso.

Fig. 4

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