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TABARNIA


Título:  ¡VIVA TABARNIA!

Autor: Albert Boadella i Oncins (Barcelona, 1943). Dramaturgo. Entre 2009 y 2016 fue director artístico de los Teatros del Canal, de la Comunidad de Madrid.

Edita: Espasa Libros, 2018 (190 páginas).


Prólogo de Mario Vargas Llosa.

Final de la obra: ¡Viva Tabarnia!, que es lo mismo que decir ¡Viva España!


Quien critica a un criticón tiene cien años de perdón.



Boadella y yo tenemos, por lo menos, una cosa en común: que a los dos nos gusta mucho su obra. Bueno, a mí tal vez un poco menos porque, según dice él, “A nadie le gusta más el olor de sus pedos, que al que se los tira”.


También coincidimos en admirar tanto la obra de Dalí como la de Pla. Recuerdo con gusto mi primera visita  a Londres en 1955 viendo todos los escaparates de las librerías de arte próximas a la National Gallery llenas de libros dedicados al gran pintor. Por no añadir mi asombro ante su Última Cena tan dignamente acomodada en una sala exclusivamente para ella, en la National Gallery of Art de Washington, en 1958.


Sobre Josep Pla y su Cuaderno gris también he escrito algo al recordar mis buenos tiempos en su Calella de Palafrugell. Otra coincidencia es que los dos, Boadella y yo, fuimos monaguillos.


Pero bueno, no todo van a ser coincidencias; también hay divergencias: La principal es que yo viví la guerra civil y él no, porque tiene once años menos.


Copio de la página 56:

Franco organizó una dictadura militar con todas sus brutalidades, pero nada en comparación con las de Hitler y Musolini, que al margen de la cantidad y calidad de sus muertos justificaban la trayectoria criminal buscando el hombre nuevo. Tal como promueven el fascismo y el comunismo. Franco no era fascista, no buscaba ningún hombre nuevo sino todo lo contrario, una sociedad anacrónica. Era un cursi decimonónico que quería imponer en España los valores del siglo XIX.

Me parece oportuno completar los nombres. Más arriba, en la presentación, menciono la relación del autor con “los Teatros del Canal”. Son, naturalmente, los del Canal de Isabel II, el de la reina puramente decimonónica que reinó entre 1833 y 1868. Se trata, como todo el mundo reconoce, de una obra hidráulica gigantesca para su tiempo. Daba de beber a la población madrileña de 250.000 habitantes.


Así seguimos hasta que en 1969 llega el cursi decimonónico de Franco que, para devolvernos al siglo XIX, construye el embalse de El Atazar sobre el río Lozoya a fin de que en 2019 pudiera ducharse  la población de 4.882.315 habitantes que vive en el Área Metropolitana de Madrid (incluidos en ella los 3.275.195 de la capital). Yo mismo tuve ocasión de trabajar en la construcción de la fantástica presa del embalse interanual que puede embalsar 426 millones de m3.


Así se escribe la historia. Pero hay una cosa en la que también estoy de acuerdo con Boadella. Copio de su página 55: