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Siempre Freud


Contenido manifiesto de mi último sueño:


“Un gorrión picoteando las páginas de los libros apilados en un estante de librería, con sus lomos ocultos, hacia dentro.

Fundido en negro del sueño.

Aparece el presidente del Instituto de la Ingeniería de España para decirme: He visto que tenéis dificultades en el Comité y quiero acudir hoy a vuestra reunión. Como es viernes sólo tengo dos opciones para esta tarde: a las tres o a las seis y media, así que avisa a mi secretaria para que os convoque a todos a las seis y media. Y, por cierto, añadió ¿cómo es que sigues ahí?

-Porque yo fui uno de los cofundadores.

Y me desperté”.


Contenido latente:          


“Yo tenía la idea de retomar el tema Freud en lo referente a los sueños, el chiste y la neurosis pero tenía dificultades para compaginar los materiales disponibles. El día anterior al sueño había leído en el dominical de ABC algo sobre Freud que me pareció tan recurrente como acostumbran ciertos plumillas: Al ser Freud el famoso desprestigiado, siempre viene bien para cualquier titular que luego deriva en que algún amigo suyo hizo cierta perrería. No es la primera vez que tropiezo con algo así.


Con esa idea pensaba escribir un artículo en mi sitio web o, tal vez, encajar la cosa en mi apartado de libros leídos (libros, o revistas, artículos, conferencias, etc.). Para todo esto me ejercito en picotear aquí y allí en libros diferentes con el fin de relacionar, aclarar, complementar, añadir, etc. cosas que convienen a mi propósito.


En mi pequeña biblioteca, aunque parezca mentira, hay más libros que los caben. Quiero decir que los que caben bien puestos, o sea, con sus lomos en posición vertical, a la vista. Así ocurre que hay muchos detrás de los que se ven y otros están apilados, bien con el lomo a la vista u oculto para aprovechar espacios.


Dadas estas circunstancias, hice en su día un índice de las existencias, a manera de base de datos para andar por casa, que ha tenido escaso éxito porque la gobernanza doméstica se siente obligada a cambiar los libros de sitio para quitarles el polvo. Conozco una bibliotecaria profesional que tiene prohibida tal práctica acogiéndose al dicho de que en boca cerrada no entran moscas, adaptándolo para expresar que en libros bibliotecados no entra el polvo. Como mucho, se podrá pasar un plumero por sus lomos que es cosa que agradecen hasta las bestias.


En el contenido manifiesto pueden aparecer cosas irrelevantes o incluso falsas, como en el caso presente, lo de que yo hubiera sido cofundador de un comité. Los comités del Instituto en los que me integré como representante de mi Asociación ya estaban creados cuando yo accedí a ellos, si bien es cierto que llegué a ser vicepresidente de dos. Siempre rehuí la presidencia por más que mis colegas trataran de empujarme hacia las presidencias.


Tras la falsedad de la cofundación se oculta una realidad: la de que el Comité referido tenía que ser el de Terminología que era, mayormente, de letras, como a la sazón mi pretensión de articulista.


La pregunta que me hace el presidente del IIE se explica por su latencia. Cuando sueño, ya hace años que no pertenezco a ningún comité, pero sigo activo en mi sitio web.”

…………………

Para enfatizar la ligazón de ambos contenidos he subrayado las palabras que siendo iguales aparecen en los dos. Sólo me falta resaltar el hecho propio de los sueños de pretender la realización de un deseo. En el presente caso, el de superar las dificultades que se me ofrecen para componer mi artículo.


Por cierto, ahora veo que Freud hace una excepción a lo de realización de deseos. Al comienzo de su capítulo D) La interrupción del reposo por el sueño. La función del sueño. El sueño de angustia (pág . 693 de su Tomo 1) dice: … sabemos que lo preconsciente abriga durante la noche el deseo de dormir …


Aclararé algunos detalles. Utiliza el término reposo para referirse al estado en que está quien duerme, es decir, quien no está despierto. En reposo se puede soñar (tener un sueño, o no). Si se tiene, casi nunca puede ser apreciado por un observador externo aunque, excepcionalmente, a veces hay alguien que sueña en voz alta.


El contenido manifiesto de un sueño da a las ideas latentes una expresión modificada por deformaciones, nos dice Freud. Es como el jeroglífico que vemos en el periódico cuyo descifrado se nos pide.


El preconsciente es una aportación de Freud a la teoría de los sueños. Antes sólo teníamos el inconsciente y la consciencia. Todo lo que existe en la instancia del primero es desconocido para la conciencia del individuo. Como el contenido inconsciente puede sufrir fuertes pulsiones para evidenciarse, parecía preciso articular una instancia intermedia, el preconsciente, que obrara de aduana para censurar o reprimir lo que fuera inconveniente, es decir, para dejar tranquilo al durmiente durante su reposo.


La excepción a que me refiero antes es la asociada con los sueños sado-masoquistas en los que el individuo siente placer con el dolor.


A mi modo de ver, el gran mérito de Freud es haber asociado en sus investigaciones, las experiencias que adquiría con su profundización en los sueños, al tratamiento de los enfermos psicóticos. Un ejemplo claro es el de la neurosis. En sus obras leemos: “La interpretación onírica es la vía regia para el conocimiento de lo inconsciente en la vida anímica”.


La neurosis viene definida como inestabilidad emocional que bien puede traducirse como una sinusoide que, con el tiempo, crece en amplitud y conserva un periodo variable. Me recuerda a una casa ya abandonada cuando la conocí de niño, y a medio destruir, situada al borde de la playa de Merón cerca de La Revilla, por San Vicente de la Barquera, Cantabria. La casa se había construido donde la arena deja de serlo para hacerse verde. Estaba en lo alto, pero las olas rompían con fuerza a sus pies para socavar sus cimientos poco a poco, y echarla abajo.


La neurosis cursa crónica y su origen puede ser de carácter congénito o adaptativo desde la infancia. En este último caso se puede deber a la influencia de alguna persona mayor dominante que induce al paciente a refugiarse en un complejo de inferioridad que más tarde nadie sabría explicar. La persona neurótica (en adelante, la p.n.) es con frecuencia despierta, lista e incluso inteligente, cualidades que desconciertan a las personas de su entorno cuando comparan su capacidad intelectual con los brotes de su conducta.