QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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SENTIDOS


Como se sabe, los cinco sentidos corporales son siete (y alguno más):

Vista, oído, olfato, gusto, tacto, común y sexto.


Vista. Paso de buey vista de lobo,  y, de cuando en cuando, hazte el bobo. Es la última consigna para ejecutivos exitosos que dan los coaches más famosos a los CEOs (Chief Executive Officer; Consejero Delegado o Director Ejecutivo).


Lo mismo en la empresa que en el albero: ¡Ojo, vista y… al toro! (Atención; hacerse cargo de todas las circunstancias, favorables y desfavorables; ver lo que hay, lo que no hay y lo que puede haber; y actuar sin vacilar).


Oído. El uso de la lectura rápida nos puede llevar a confundir ese vocablo con su palíndromo, odio, que es algo que se oye repetir mucho últimamente, no sé si por falta o por sobra de memoria.


El oído es un sentido muy importante en algunas Reales Academias, debido a la estructura de su construcción. Conozco una, muy estrecha ella (me refiero solo a su sala de actos) en la que los señores Académicos se sientan una mitad frente  a la otra pero con sus planos de simetría bilateral paralelos entre sí y perpendiculares al del conferenciante que preside.


Con ello las conferencias les entran a los académicos por un oído y les salen por el otro, cosa que no sé si es buena.


Olfato. Para olfato el de una presidenta aficionada al cazatalentismo cuyas capturas más sonadas terminaron en la cárcel.


Y lo malo no es lo de la cárcel en sí, sino lo de la cadena perpetua, porque el olfato tiene la particularidad de ser el sentido que perdura por más tiempo.


El hombre, por su costumbre de trepar a los árboles, aprendió a confiar más en sus ojos que en su nariz. No obstante, el olfato es el gran evocador de recuerdos. Por eso, en cierta tribu de Nueva Guinea, el amigo que se queda toca al que se va en la axila, y se frota para guardarse algo de él.


Sin ir tan lejos, a mí mismo me ocurre ahora que cuando me sirvo la leche en polvo en el tazón de la cena, el aroma que me sube a la nariz me trae sistemáticamente el recuerdo de mi nieto Gonzalo, de veintitantos años ahora, cuando su madre le daba el biberón.


Gusto. Grupo de amigas despellejando a una de ellas que se ha ausentado de la reunión: Hija, a Fulanita, lo mejor que le puede pasar es que santa Lucía le conserve la vista, porque lo que es el gusto lo tiene totalmente perdido. ¡Hay que ver el modo alternativo con que se trajea!


Despedida.

-He tenido mucho gusto.

-El gusto es mío: Yo, muy honrado.

-No, perdone, el honrado soy yo. Todavía no sé si usted no terminará en la cárcel algún día.


Tacto. Tocante al tacto, y valga la redundancia, hay dos figuras clave: La mujer y el diplomático. La primera, en lo tocante (¡vaya, otra vez!) a lo erógeno, y el segundo, a lo político. Fíjense en lo que decía Talleyrand:

Cuando el diplomático dice que sí, quiere decir tal vez.

Si dice tal vez, está dando a entender que no.

Y si dice no, es que no es un diplomático.


Si una mujer dice no, es que tal vez …

Si dice tal vez, es que sí.

Pero si dice sí, es que no es una mujer.