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ABUELO Y NIETO, relatos inarticulados


Lo que sigue es una selección de los 10 relatos breves que yo había escrito en 1995 cuando mi nieto Juan acababa de cumplir 1 año.


Ya los había leído en 1999 en la sede de la Asociación Española de Escritores y Artistas, a petición de dicha Asociación.


Por pereza, me venía resistiendo a presentarlos a los concursos literarios, pues ello exigía un trabajo de recomposición. Finalmente me decidí en el año 2003. La Fundación Independiente y la Fundación Santa María, con la colaboración de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores y Mensajeros de la Paz, había convocado el V Concurso Nacional Háblame de tu abuelo/a. Háblame de tu nieto/a.


Resulté ser el primero que presentaba original al concurso. No sé si sería por ello, pero el hecho es que el Jurado me concedió el Primer Premio.


El premio consistía en un viaje de fin de semana a Terra Mítica para el niño protagonista y su familia y una hermosa escultura que ocupa un sitio de honor en mi casa: representa la mano de un adulto acogiendo la de un niño pequeño.


El acto de entrega del premio fue presidido en el Ayuntamiento por el entonces Alcalde de Madrid J.M. Álvarez del Manzano acompañado por los miembros del jurado que presidía el Defensor del Menor, de la Comunidad de Madrid.


En el piscolabis que siguió al acto formal tuve ocasión de hablar con algún miembro del Jurado que me hizo la confidencia de que, aunque había habido una abundante participación en el concurso, no habían tenido ninguna duda al asignar el Primer Premio. Cosa que me apresuro a reflejar ahora con indisimulada satisfacción.


Terminaré diciendo también que no era éste el primer premio literario que recibía: El último lo había tenido el año 1948. Así pues, amado navegante, ya ves que estoy recibiendo premios continuamente.


Me voy a detener un poco en el del 48 con ocasión de que va ya para 60 años que el incendio del Oriente Próximo está activo y no hay quien lo apague. Cuando yo estudiaba sexto de Bachillerato, la profesora de Literatura, Conchita García Hernández, convocó un concurso literario con el lema "La antorcha ya está encendida".


Yo lo desarrollé tomando como tema la lucha entre palestinos e israelíes. Me llevé el primer premio consistente en un precioso volumen de las Novelas Ejemplares de la colección Crisol que, naturalmente, aún conservo.


Aquel año 48 los ingleses, cansados de los líos en que se habían metido, abandonan Palestina dejando el incendio a su aire. Lo que no recuerdo es si Conchita me dio el premio por mis dotes de escritor o de arúspice.


La realidad es que en su mente había una intención bien distinta. La tal antorcha era otra que, otros ingleses, a su vez, estaban encendiendo para la Olimpiada de Londres de aquel mismo año.


Y ahora, un breve comentario a los relatos que vienen a continuación:


        Los llamaba inarticulados porque abarcaban el tiempo en que yo me relacioné con mi nieto desde

        que nació hasta que, aproximadamente con un año, vi que articulaba las primeras palabras con

        sentido. Hasta entonces no hablaba nada, y lo que se contaba en los relatos eran sus balbuceos y

        las aventuras que nos iban pasando a diario en los paseos que ordinariamente y de forma

        ininterrumpida teníamos durante todo el año.



ABUELO Y NIETO, relatos inarticulados


El nieto se llamaba Juan; el abuelo, no. Juan no sabía que el abuelo escribía estos relatos, y menos aún que fueran inarticulados, pero el abuelo estaba convencido de que Juan sabría, al leérselos, que tenían que ver con él. Y es que el abuelo creía de verdad que Juan era muy avispado, creencia que compartían quienes lo trataban habitualmente.


Ya se imaginaba el abuelo la cara de complacencia y complicidad de Juan al escuchar los relatos. La misma que ponía delante de Tere cuando el abuelo contaba a ésta, al regresar del paseo, los sucedidos más pintorescos que recordaba. Juan se expresaba con un rostro de placidez, grandes ojos muy redondos y una pizca de sonrisa iniciada, pero sin articular palabra. Todavía.


A veces, Juan, jugueteando o rabión, estira con fuerza las sueltas y largas guedejas rubias de Tere. Tere cuida y educa muy bien a Juan; es muy cariñosa con él pero lo tiene advertido de que eso no se hace; aún así, de vez en cuando a Juan se le va la mano: Es entonces cuando Tere lo amenaza vengativa: Y si te tiro yo a ti de los pelos, qué va a pasar? Nunca llega la sangre al río porque Tere sabe que no tiene dónde agarrar ... y terminan los dos riéndose en paz.


Es como Susi, la florista de la esquina, que, pasando un día lluvioso Juan con el abuelo por delante del puesto de flores, le dijo con toda la intención del mundo: Juan, que se te va a mojar la melena! Susi quiere mucho a Juan y, aparte de dejarlo que mangonee todas las cosas del puesto, le regala con besos y de vez en cuando con un nardo o con una bota de cerámica que hace de tiesto para un cactus.


Juan, le dice el abuelo: Quieres que vayamos a ver a romanones? Y Juan se empuja a sí mismo desde dentro del cochecito. Con ello le quiere decir que sí, que adelante. Así pues, abuelo y nieto emprenden el camino hacia el Retiro para visitar a romanones que es un pavo cojo, pero muy digno y elegante que despliega su vistosa cola de abanico delante de Juan. Y Juan se va detrás de él, pero sin poderlo alcanzar.


El lugar está lleno de pavas y de algún que otro pavo real amigo de romanones. Y ello porque en cuanto éste se entera de que Juan llega a sus jardines, empieza a gritar a sus amistades: Que viene JUAAN, JUAAAN! Esto se lo explicaba meticulosamente el abuelo a Juan, y éste, que lo capta todo, comprobaba cómo ello era cierto al oír a los pavos repetir su nombre. Todo el mundo sabe que los pavos no graznan como maúllan los gatos, sino que realmente dicen ... JUAAAN!


Hijo, Juan, este abuelo tuyo es un peligro; sería mejor que te fueras sólo con los niños de tu edad! Así lo malmetía Susi una mañana en que abuelo y nieto se presentaron en el puesto de flores: Juan llevaba en la frente una matadura de dos días de antigüedad.


Sí, Susi, replicó el abuelo un tanto compungido. Me temo que la autoridad gubernativa me va a retirar la licencia. Pero no; no se la retiraron. De momento. El abuelo sabe que los padres preferirían no conceder licencias a nadie, y ejercer ellos; pero la vida es dura y, dentro de las posibilidades, a lo mejor no es tan mala la experiencia de Juan con un abuelo.


A la vista del resultado, abuelo y nieto lo celebraron: A la BI, a la BA, a la BIN, BON, BAN: JUAN, JUAN, JUAAAN! Y Juan aplaudía y se reía con muchas ganas.


Lo que agrava la cosa, aparentemente, es que Juan tiene la piel muy sensible. Aquello de la frente no era nada de particular, pero aparentaba serlo. Tere lo corrobora: Fíjese cómo será, le dice al abuelo (y Juan la escucha mirándola de hito en hito), que cuando estoy jugando con él y le hago cosquillas por el cuerpo, se le quedan señaladas las yemas de mis dedos ... Y Juan se ríe como si le estuvieran haciendo cosquillas entonces mismo.


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