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EL REINO                              EMMANUEL CARRÉRE

Diciembre 2015                                       Anagrama.



Esta vez voy a incurrir en una irregularidad con la forma en que acostumbro a acercarme a mis Libros leídos, porque éste no lo he leído realmente, si exceptúo un poco de su comienzo. Haré, en cambio, comentarios a lo que, sobre el particular, me ha transmitido mi amigo Mariano Nieto, que sí lo ha leído completo. Empieza mi amigo diciendo:

Libro sobre los primeros años del cristianismo, liderados sobre todo por Pablo y Lucas apóstoles.

Carrère es un narrador magnífico y muy bien documentado. Actualmente  está en la cumbre de la literatura francesa. Se convirtió al cristianismo y luego perdió la fe.  Me parece  un personaje muy creído de sí mismo, afirma sin modestia alguna: “soy terriblemente inteligente”. Ha tenido que solucionar problemas personales a base de psicoanalista.

Describe a una asistenta o niñera un tanto extraña que me recuerda a otra que tuvimos nosotros, Ana María, también obesa, que era seguidora de los Rosacruces.

Afirma que una de sus distracciones habituales es ver pornografía en internet. Dedica unos capítulos a describir como se masturba una mujer, que me resultan inadecuados y “cochones”  dentro del contexto del relato.

Efectivamente, los cochinos son muy propios y siempre bienvenidos en los términos de la gastronomía pero no de las disquisiciones  inteligentes. A continuación recojo de este libro algunos párrafos que me han interesado.


Borges opina que la teología es una rama de la literatura fantástica.


Y yo, también. En mi diccionario de griego leo θεολογια: Doctrina sobre la divinidad y las cosas divinas. Y en el DRAE, Doctrina: Conjunto de ideas u opiniones religiosas, filosóficas, políticas, etc. sustentadas por una persona o grupo. Doctrina cristiana, tomista, socialista. // Doctrina cristiana: Catecismo (Libro de instrucción de la doctrina cristiana).


Al mismo tiempo, y también en mi diccionario de griego leo, como origen de la palabra doctrina: δοξα: Opinión, manera de ver, idea, parecer, creencia, opinión infundada, ilusión, apariencia, figuración, opinión.


Como se ve, todo apunta a que la teología no se puede tomar tan en serio como ella pretende, o como pretenden sus teólogos. Especialmente cuando estos equiparan la fe a la ciencia como fuente de conocimiento. Esto me recuerda lo que cuenta mi amigo Paco de aquel teólogo práctico (realmente era sólo un humilde cura de pueblo) que, todas las semanas, desafiando la ley de la gravedad, abría el cepillo de la iglesia en la sacristía, tiraba al aire su contenido a fin de que Dios cogiera lo que quisiera y el resto lo recogía para sí del suelo.

Las Confesiones de San Agustín es un libro precursor de Montaigne, está enteramente escrito en vocativo, este empleo fulgurante de la segunda persona constituye una revelación.

Efectivamente, el libro de las Confesiones está plagado de vocativos, generalmente evocando a Dios. Pero no veo nada parecido en Montaigne. Tan sólo recuerdo una evocación a la salud en sus Ensayos, y unas cuantas, en tono laudatorio, dentro de una carta dirigida al rey de Francia.

La fe tiene basamentos psíquicos.

Estoy de acuerdo. Ello lleva a los teólogos a afirmar que Dios ha puesto en la ψυχη del hombre un sello de su existencia y del anhelo de felicidad eterna después de la muerte.


Por otra parte, al hombre le interesa creer lo que le conviene y eso lo saben los teólogos, de manera que queda establecida una especie de entente cordiale entre los teólogos y la gente que beneficia por igual a unos y a otros. Claro que luego siempre sale alguna oveja negra, como Einstein, que opinaba no estar seguro de que le conviniera una felicidad eterna (seguramente, porque ni él, que era muy listo, llegó a saber lo que es la felicidad, ni la eternidad, cosa que, sin duda, está muy clara para los teólogos).