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RECREACIÓN, DIDÁCTICA Y PEDAGOGÍA DE LA INGENIERÍA


INTRODUCCIÓN

Lo que escribo a continuación es una extracción, con algún retoque, de la conferencia que di en el Instituto de la Ingeniería de España en 1986 enmarcada en el ciclo de actos que habitualmente organizaba nuestro Comité de Inventiva y Creatividad.


La conferencia tuvo tres partes claramente diferenciadas. En la primera se proponían una serie de consideraciones encaminadas a mostrar la recreación –el sacar algo de algo- no sólo como una forma de investigación sino como una actitud que debe impregnar al investigador. La segunda parte apoyaba con documentación gráfica mi propia experiencia al respecto. Por fin, la tercera parte consistió en la presentación, a modo de recreo y, siempre buscando con intención el doble sentido de la palabra, de mi audiovisual “Mingote, una Antología del gesto”.


Creo oportuno recordar ahora dos cosas que escuché cuando la presentación pública del citado audiovisual en 1983.

-“Esto no lo ha podido hacer un ingeniero”. (Una asistente al acto).

-“La gente se lo ha pasado pipa”. (Mingote, que estuvo presente en la presentación).  


--ooOoo--


El título que se ha dado a esta charla es, como se ve, pluriforme. Pluriforme y de largo alcance. Me temo, sin embargo, que sería más ajustado hablar de propedéutica y no de didáctica. Yo no voy a enseñar aquí nada a nadie. No es que no tenga un método didáctico. Es que no tengo ni siquiera soluciones. Así pues, me conformaré con presentar, a manera de preparación, mis inquietudes, mis curiosidades; mis preguntas, en definitiva..


A mí, particularmente, me gustaría hablar de lo que yo llamaría pedagogía de la recreación. Y voy a apresurarme a desvanecer todo temor sobre cualquier connotación excesiva que pudiera sugerir el verbo recrear.


Hoy en día nuestro español se ha poblado de verbos en re con tal abundancia que es de temer la intervención del gobierno de la lengua para devaluarla adecuadamente y así restituirla a su justo valor preinflacionario. Es el caso que, así como  el francés tiene los verbos en re por el final, el español los ha desarrollado por el principio. Podría decirse que los verbos en re son como el superlativo de los verbos.


Contrariamente, cuando yo hablo de recrear no me refiero al crear superlativo y ni siquiera al crear reiterado. Me refiero simplemente a sacar algo de algo en contraposición a crear como sacar algo de la nada. Los grandes compositores como Liszt o Brahms tenían esta idea muy clara cuando componían sus variaciones.


¿Qué diferencia hay entre inventar y recrear?  Yo diría que hay una fundamental. Cuando se inventa, el trabajo se orienta hacia un fin desconocido, así la investigación del cáncer. Cuando se recrea algo en concreto, el punto de partida es conocido y el fin es fundamentalmente lúdico. Tal sería el caso, por ejemplo, de recrear la obra de Mingote. El éxito consiste, a mi juicio, en conseguir que la investigación sea una secuencia de recreaciones conducentes al fin, y esto requiere un aprendizaje.


Hay que desterrar la convicción tan arraigada y al tiempo de tan extendida aplicación a los campos más diversos de “o César, o nada”: Es decir, o investigo el cáncer (con la velada pretensión de tener éxito), o no hago nada más allá de lo rutinario que se me ofrezca cada día.


La recreación no es una investigación menor: es al tiempo una condición de ella y es una metodología en sí misma. La idea de fin lúdico, de juego, que toda recreación entraña es algo que merece ser incorporado cuanto antes a la dinámica del aprendizaje de la ingeniería.


Me venía a decir el propio Mingote, no hace mucho tiempo, que para recrear cualquier cosa el primer requisito es recrearse en ello. Quien se haya ejercitado en esas actividades sabe de la fascinación que ejerce sobre el sujeto el mero hecho de entregarse al juego de recrear algo: la compensación de los pequeños éxitos, los tropiezos, las satisfacciones de hallazgos a veces buscados y a veces inesperados, la complacencia de descubrir uno mismo cosas en coincidencia con otros consagrados o simplemente autorizados, las papeleras testigos de caminos equivocados, etc. Me recuerda todo esto el rezo de “los dolores y gozos de San José que mi madre dirigía en familia cada mes de marzo cuando yo era niño.


Ya hace mucho tiempo que no se hacen estos rezos. Igualmente se han perdido otros aprendizajes cuyo contenido pienso haría bien a la pedagogía de la recreación. Estoy pensando en materias que hoy se consideran seguramente de lujo y que sin embargo en nuestros tiempos de estudiantes eran de primera necesidad.


El estudio del griego, por ejemplo, servía para provocar una especie de satisfacción cuando al traducir el Anábasis uno coincidía con la traducción ya consagrada. La Geometría Proyectiva, la filosofía de la geometría, conformaba en el estudiante una manera de razonar que estimulaba el pensamiento curioso. A la Epistemología se dedicó en mis tiempos todo el penúltimo curso de Bachillerato.


A este respecto recuerdo siempre lo que me contaron hace tiempo, de un mejicano que debía ser el clásico hombre hecho a sí mismo con las características de quien vulgarmente se conoce como un diamante en bruto, que había mandado a su hijo a Suiza, decía, para aprender inteligencia …¿No andaría este hombre buscando para su hijo un poco de Teoría del Conocimiento y otro poco de Pedagogía de la Recreación?


Hay que aprender también otras dos cosas muy importantes en el camino del investigador-recreador. Hay que aprender a tener paciencia y a tener perseverancia, que son cosas distintas. Yo diría que paciencia es la esperanza pasiva y perseverancia es la esperanza activa. Quien sabe dosificar ambas adecuadamente tiene mucho ganado en su andadura por la ingeniería.


A mí me preocupa mucho algo que se dice cada vez con más insistencia, especialmente a medida que la vida se hace más difícil a causa del desempleo: estudiar no sirve para nada. O lo que se suele apostillar si se supera el primer nivel de escepticismo: lo que se estudia no sirve para nada.


Más tarde, en 2003, yo llamé la atención sobre algo parecido con ocasión de una charla que me pidieron dar en el colegio de mis nietos cuando tenían alrededor de 15 años. La titulé Escribir, y formulé así la advertencia: “Seguro que habréis oído decir: hoy no hay que molestarse por nada porque ya está todo inventado. Para resolver cualquier cosa ya existe un programa de ordenador.”  


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