QUIÉN hay detrás

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Poniéndome hoy a escribir esta extraordinaria novela veo que ayer se cumplieron exactamente cien años del nacimiento de su autor. La había leído hace un par de años sobre papel porque estaba en la biblioteca del hotel donde veraneaba. Me gustó tanto que la aparqué para escribirla a la primera ocasión, pero el tiempo, que pasó en otras ocupaciones, me perdió el papel y me encuentra ahora, hora del centenario, su versión digital.

Vine a Comala [desde Sayula, de por Guadalajara, Jalisco; debe tratarse de un pueblo absorbido por la gran ciudad, tal como le pasa a Hortaleza con Madrid] porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre [Dolores Preciado, Doloritas] me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. [después nos enteraremos de que este que prometió se llamaba Juan Preciado].

Así empieza la novela, pero yo nunca fui a Comala (cerca de Colima, la capital del pequeño estado del mismo nombre que está al sur del estado de Jalisco). Me quedé en Valle de Bravo el verano de 1974. A 455 Km de allí, hacia el Pacífico, está Comala, sobre el mismo paralelo. Pero al releer a nuestro autor veo que en los dos sitios hay dos caras parecidas: en Valle de Bravo, la del lago próspero y la de los campesinos que no lo eran, y en Comala, la del terrateniente y la de los demás.


Tal como comienza la novela da la impresión de que el sujeto sin nombre del primer verbo, la primera palabra que aparece, va a ser el que nos la va a contar de forma lineal de principio a fin. Pero no es así. Él será simplemente alguien que aparece sólo cinco veces; la novela se independiza pronto de él para mostrarnos que vive suelta, con unos personajes que son los que le dan vida … y muerte. La linealidad deseada, simplificadora, se rompe ya desde el principio con continuos zigzagueos narrativos.


La novela me recuerda mucho a otra que he escrito recientemente: Nada, de Carmen Laforet. Y ello por cuatro motivos: Primero, por su brevedad; segundo porque ambas son de una calidad literaria excepcional. En tercer lugar, porque las dos son hijas únicas de sus autores. Y por último, porque olvidando si la trama fue real o no, es verosímil y, sobre todo, está encarnada en una topografía existente, reconocible en sus nombres.

El camino subía y bajaba: «Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para el que viene, baja». —¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo? —Comala, señor.

Esto no es un reproche. Es, simplemente, una aclaración preposicional. Mejor estaría: El camino subía y bajaba: «Sube o baja según se va o se viene. Para el que se va de Comala, sube; para el que viene a Comala, baja». —¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo? —Comala, señor. Así, todo el relato es acorde con la llanura en valle del lugar.


Que la novela tenga una calidad literaria excepcional no quiere decir que sea fácil de leer. Tampoco sé si la dificultad se la ha puesto intencionadamente nuestro autor, o es casual. El hecho es que el libro se convierte en un continuo de flash-backs encadenados. El Diccionario Espasa define a éstos como “Técnica narrativa que consiste en intercalar en el desarrollo de una acción pasajes pertenecientes a un tiempo anterior. El flash-back se utiliza tanto en cine como en literatura”.


Haré notar que, a este respecto, hay tres clases de novelas: Las capituladas, si la RA me permite el neologismo capitular: “poner, escribir un libro en capítulos”, como El Quijote. Las no capituladas, pero con todos los necesarios signos de puntuación, como el libro que nos ocupa, y las no capituladas y, prácticamente, sin signos de puntuación, tal como el Oficio de tinieblas de Cela.


El Quijote es, de suyo, capitular. Uno puede empezar a leerlo por cualquier capítulo de cualquiera de sus dos tomos para disfrutarlo descuidado de sus antecedentes y de sus consecuentes.


El Pedro Páramo es, de por sí, un libro incapitulable, pero que al estar muy bien puntuado permite, con algo de trabajo y atención, lograr su comprensión. Bastaría con que entre dos tramos de texto que lo requieran se intercalara un separador, tal como así:

TÍTULO: Pedro Páramo.

AUTOR: Juan Rulfo (1917-1986). Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional Autónoma de México. Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Premio Príncipe de Asturias de las Letras (1983).

RULFO JUAN. Pedro Paramo.pdf, 122 páginas.