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PAPEL

En estos días de 2021, a caballo entre abril y mayo, se cumple la friolera de los 66 años de unas fotos que me ha mandado mi amigo Álvaro. Las tenía él cajonizadas entre el polvo de los años; se lo ha soplado y han quedado tan buenas como las que él siempre hacía. Son las del viaje a Italia que hicimos finalizando el último año de carrera.


Éramos 35 graduables ya que las listas definitivas no habían de producirse hasta los últimos días de junio. Entonces, el Secretario del ICAI (Instituto Católico de Artes e Industrias –Ingenieros Electro Mecánicos) nos daría las notas en la lista del tablón de anuncios, y nos daría también un papel en blanco (el clásico DIN A4) para que lo rellenáramos a lo largo de nuestra vida profesional.


No sabíamos muy bien qué hacer con aquel papel. Unos escribieron en él cartas de amor, otros, el prólogo de algún libro, algunos, relatos de viajes o borradores de discurso para la Junta de Accionistas o el preámbulo de aquella Norma que tanta falta hacía en la Empresa …


Los cortoplacistas lo doblaron y se lo metieron en el bolsillo porque lo que urgía era ir a ponerse los botos del Campamento y la vacuna para ir de sargentos, es decir para militar como algo que había entre el maldito y el alférez que, como se cantaba en mi Colegio Mayor en primavera, ♬ más vale cabo con honra / que no alférez como Herranz.


Éramos como 35 pirandellianos en busca de un autor que nos acogiera con el papel que llevábamos. O con otro que pudiera darnos: Alemania o Inglaterra (ya se sabe, Leinbnitz o Newton), pero también Italia, Francia, los Países Bajos, América (del Norte y del Sur), o África:

Cruzar caminos, enfadar naciones,

mudar de camas, vinos diferentes,

aires fríos, templados y calientes,

costumbres varias, varias opiniones.

Éramos como los esforzados Tercios de Flandes que tan bien conocían Gaeta. Siempre con el papel a mano para dejar constancia de los hechos (Como Alonso de Ercilla en Chile). A veces perdíamos los papeles, pero también algún colaborador habría de nombrarnos jefe predilecto. Aquel papel podía estirarse para dar 2.000 palabras al Diccionario Español de la Ingeniería. No tardamos mucho en darnos cuenta de que el autor que buscábamos lo llevábamos dentro de nosotros.


Ahora, de aquellos 35 esforzados, quedamos los seis últimos de Filipinas, que dice uno de la B: 4 de la ABC y el de la Z.  Y Para equilibrar el Peso de la Población listada, allá estoy yo con mi P de siemPre, un Poco escorado hacia el final. Los demás se marcharon cansados de  

Desquijarrar serpientes y leones

que es domar unas gentes y otras gentes,

topando siempre con inconvenientes

y esclavos siempre de las sinrazones.


A los famosos Tercios ya les advertía el soneto que el cobro de los escudos de ventaja

A largos años, cuando al cielo plugo

que veáis parte de ellos en la mano

serán para pagar una mortaja.


A los supervivientes de ahora nos ha salvado el papel. Ese papel tan blanco,  tan plano, tan dócil cuando quiere y tan tieso cuando se niega a obedecer porque es consciente de la orientación de su fibra interna. Nunca pude imaginarme en estos 66 últimos años que de él pudiera salir una figura tan bella (cada ollero alaba su olla).


Es como un soplo cálido del desierto que ocultara en su aliento vivo el diseño de una onda que se vuelca hacia el nordeste intentando arrastrar una campana de Gauss: es como una duna, un canto a la normalidad. La he conseguido con el poco papel qe aún me quedaba de aquel año 1955.