QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Rafael Montesinos


Primero, un sucinto recorrido biográfico. Me va a costar resumirlo porque es dilatado y profuso.


1920- Nace en Sevilla.

1924 / 28- Colegios de las carmelitas y de los jesuitas.

1930 /39- Veraneos en Alájar y La Tarazonilla.

1940- Traslado definitivo a Madrid.

1942- Amistad con Manuel Machado.

1944- Conoce a José Gª Nieto, fundador de la revista Garcilaso; en ella publica Balada del amor

          primero.

1946- Publica Canciones perversas para una niña tonta y El libro de las cosas perdidas.

1948- Publica Las incredulidades.

1952- Publica Los años irreparables (prosa). Funda la Tertulia Literaria Hispanoamericana que

          alentará con ejemplaridad, eficacia y tesón hasta su muerte.

1953- Marisa Calvo le es presentada por Gerardo Diego.

1954- Publica Cuaderno de las últimas nostalgias, Premio Ateneo de Madrid.

1955- Se casa con Marisa Calvo. Publica País de la esperanza.

1958- Publica El tiempo en nuestros brazos, Premio Nacional de Literatura (poesía).

1963- Es elegido miembro de la Hispanic Society of America, Nueva York.

1967- Publica La verdad y otras dudas.

1977- Publica Bécquer. Biografía e imagen que le vale el Premio Nacional de Literatura (ensayo).

1980- Publica Último cuerpo de campanas.

1985- Publica De la niebla y sus nombres.

1988- Publica Cuaderno de Alájar.

1989- Primera medalla del Poetic Studies Center de la Sección Española de la Universidad de Carolina del Norte.

2002- El Rey Juan Carlos I le concede la encomienda de la orden de Isabel la Católica.

2005- Muere en Madrid.


Y ahora, mis comentarios.


Como todo poeta sevillano de postín, es de dos sitios, tal (ustedes disimulen, esto se me ha pegado de Luís Cernuda, que por cierto era de Sevilla y del exilio) Bécquer o Machado.


Los dos sitios de Rafael Montesinos son, respectivamente, Sevilla y el Café Gijón. Con el permiso de todos sus biógrafos, yo me voy a detener en su segunda nación, la gijonesa. La primera nación le dio la vida, lo necesario para seguirla y el alimento de la otra. La segunda le dio su obra: Con José Gª Nieto, Eusebio Gª Luengo, Juan Pérez Creus, Ramón de Garciasol, Rafael Morales, Pedro de Lorenzo, Demetrio Castro Villacañas, y muchos más.


No hace mucho pasaba yo por delante del Café Gijón cuando un carretón de agua mineral que entraba, me impidió seguir. Enseguida llegué, provisionalmente, a una conclusión definitiva: la materia prima de nuestra literatura, es el agua.


Todos los poetas se surten de ella: Y vierten en coro / sus almas que sueñan, / cual vierten sus aguas / las fuentes de piedra, que diría A. Machado, o, según Bécquer, el idolatrado de Rafael Montesinos y huésped de las nieblas como diría de sí mismo, y habría de decir en su famosísima Rima XXXIV, Ríe, y su carcajada tiene notas / del agua fugitiva.


También Rafael Montesinos: algo de agua bendita (él, que compartió pila bautismal con Bécquer), bastante agua de lluvia en las nubes, la que hace al Guadalquivir y, niebla, mucha niebla. La niebla del recuerdo a medio velar: de las cosas, de los lugares, de las personas, de las ideas, incluso de los recuerdos recordados.


Por eso nos ha sido tan beneficioso que Rafael Montesinos abandonara su paraíso: Paraíso perdido, / manojo de palmeras, / edén adolescente, / amor primero roto, / glorieta en donde un día / se sentaba el olvido / sin saber que lo era, / ora pro nobis, llora / por nosotros los deste- / rrados definitiva- / mente de la alegría / de volver a la luz / aquella tan primera. (De Letanía para volver a un jardín, en Con la pena cabal de la alegría).


El propio Antonio Burgos, el evocador de nuestro poeta, reconoce que fue bueno para él que se arruinara su padre: así no tuvo más remedio que marcharse a Madrid en beneficio de la poesía española. No era imaginable Rafael Montesinos en el papel de poeta local. Se le habría quedado pequeña su Sevilla y su Andalucía. Además, era un despilfarro un Rafael que no fuera cordobés.


Sin embargo, esto lo arregla muy bien Gerardo Diego en su prosa Se casa un poeta cuando dictamina, con ocasión de la boda de Rafael y Marisa (testigos, además de él, Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso): "El rafaelísimo Rafael Montesinos, natural nada menos que de Sevilla, porque lo de Rafael se ha hecho ya tan de Sevilla como de Córdoba".


Pero no quiero salirme de la niebla; seguiré, aunque sea a tientas, en el laberinto De la niebla y sus nombres. Lo veremos también más adelante, pero resaltaré ahora la rara habilidad de Rafael Montesinos para, apoyándose en los versos de poetas consagrados, hacer él mismo sus propias maravillas. Cuando no las hace con material de letanías, avemarías o salves de sus tiempos de colegio.


Tomo su Diálogo con un viejo poeta sevillano, que no es otro que Rodrigo Caro (1573-1647) en su poema a las ruinas de Itálica. Dice Rafael Montesinos: - ¿Y si al final resulta que no somos, / ay Fabio, qué dolor, / más que ruinas, última locura, / memoria insoportable, solo un grito / en el momento de caer rendida / la última pared, entre el adobe, / la ceniza y el polvo?


Y qué decir de los famosos versos de Gutierre de Cetina (1520-1554) inspirando a nuestro poeta su Madrigal de invierno donde es Sevilla la que le mira con ojos antiguos para que él diga: Ciudad clara, serena, / ¿por qué, dime, me estas mirando ahora / con tu rostro más triste? ... para terminar: Muéreme tú, pues yo no sé vivirme / lejos de ti, / y aunque sea entre lágrimas / -borrosa de jardines y palmeras-, / ya que llueves así, mírame al menos.


Así pinta su paraíso lejano en el espacio y en el tiempo, vislumbrado tras una cortina nebulosa.


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