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Y sin embargo, poniéndonos el ropaje del inventor, hay que decir que la solución es bastante fácil y barata, y desde luego, muy beneficiosa.

Si siendo en España 100.000 ingenieros, sólo hubiera entre ellos la raíz cuadrada de innovadores, estaríamos hablando de dar facilidades a 316, eso sí, muy prolíficos y singulares. Este algoritmo de la raíz cuadrada se ha puesto muy de moda últimamente pero, modas aparte, se destaca como muy realista en muchas aplicaciones (Penrose: Constitución europea). Aquellas facilidades serían sin reservas, pero condicionadas a unas exigencias razonables que, cualquiera con una formación universitaria estará dispuesto, a buen seguro, a reconocer, admitir y aceptar en compromiso.

Veamos en primer lugar qué facilidades necesita el Ingeniero Innovador. Entre sus cualidades no suele destacar la de ser un buen organizador; tampoco un buen administrador, ni del tiempo ni del dinero. Esto en particular, y todo lo que concierne a su talante humano debe ser conocido y aceptado por los facilitadores para evitar decepciones. Hay que convenir que el trato con inventores no es fácil y si, además, como es el caso que nos ocupa, el inventor es un ingeniero revestido de conocimientos especializados, la relación con su interlocutor, el ingeniero de la Administración (probablemente de especialidad distinta), puede resultar babélica.

Lo primero que necesita nuestro ingeniero es que se le interprete bien. De ahí la necesidad de exigirle una memoria bien ajustada para evitar que en su relación con el facilitador, y dada su inclinación a cierta volatilidad mental, se convierta en un adscrito permanente a la facilitación. Lo que al final necesitan ambos, él y el facilitador, es obtener un prototipo validador de su idea. Esto, en la mayoría de los casos, porque ya se verán otras perspectivas al hablar de patentes. Lo que no necesita nuestro ingeniero es una ayuda en dinero que seguramente será escasa y le resultará difícil manejar.

Hablemos ahora de exigencias. Si a cualquier pequeño emprendedor, para aspirar a un crédito ICO se le exige la presentación escrita de un plan de negocio y un estudio de viabilidad de la empresa, no es excesivo pedir al ingeniero inventor o innovador demandante de apoyo, toda una serie de cosas tales como: Su currículo académico y profesional. Una memoria técnica y científica (no económica, que eso ya vendrá después, si llega), de su proyecto. Con los planos necesarios, cuando sea el caso, que no necesariamente han de ser “de lujo”: bastarán los croquis claros y precisos imprescindibles para su materialización. Con balances energéticos de detalle siempre que sea necesario (que lo será en muchísimos casos). No hay que olvidar que un buen balance energético es el mejor balance económico que se puede hacer, siempre que incluya en él la energía incorporada en los materiales a emplear.

La memoria incluiría, por supuesto, un capítulo explicativo de hasta dónde ha avanzado el demandante en su investigación y qué ulteriores actividades tanto de investigación como de desarrollo precisa a priori su proyecto, a reserva, naturalmente, de las que se puedan derivar de las consiguientes ejecuciones. Y todo ello con expresión de las necesidades materiales, humanas y cronogramáticas que el proyecto requiere. Se trata en definitiva de disponer todo lo necesario para conseguir un prototipo validado que eventualmente se podrá ofrecer al mundo de la empresa.

¿Quién habría de juzgar tal expediente?

Parece razonable que la responsabilidad debería recaer sobre un Comité científico-técnico radicado en la Comunidad Autónoma (CA) donde resida el demandante. Es necesario que los interlocutores estén próximos y que en su relación no haya más intermediarios que los imprescindibles. Hay que resaltar esto, dada la complejidad administrativa que actualmente hay establecida para manejarse en el ámbito de la innovación.

No sería una carga agobiante para unos expertos en ciencia y tecnología, independientes y con la misión única de dictaminar si el proyecto es merecedor de incorporarse a los planes de investigación, desarrollo o de una combinación de ambos, de los que la CA pueda responder, teniendo en cuenta la estructura para la innovación ya existente en ella o que hubiera de crearse de nueva planta.

Una respuesta afirmativa no implica su ejecución total en centros de la CA originaria: puede ocurrir que la naturaleza del proyecto aconseje contactar con centros de otras CCAA tal vez especializados en cuestiones particulares que facilitarían la compleción del proyecto. En ese caso, el centro responsable final, el de la CA de origen, tendría que hacer, además, una labor de coordinación de las tareas. Algo parecido hay que decir respecto del Comité científico-técnico: no vale que dé un no por respuesta cuando el asunto escape a las especialidades de sus miembros. En tal caso tendrá que buscar asesoramiento externo, que ello no supone desprestigio de su reconocida competencia.

La respuesta que emita el Comité será siempre escrita y motivada, y los motivos han de limitarse a razones científicas y técnicas, nunca a consideraciones económicas,  comerciales o de otra naturaleza. Todas éstas se contemplarán en otra etapa.

¿Qué Institución se responsabilizará del proyecto?

Seguramente habría que crearla de nueva planta en cada CA, aunque hubiera de tener una estructura mínima. Sería como un taller de prototipos elemental dotado de lo básico imprescindible, pero equipado a la última: una estación de cálculo, un ordenador apto para modelización y dibujo, capaz de manejar programas variados y potentes de cualquier tipo de los exigidos hoy por toda ingeniería, lo que implica tener instalados dichos programas y disponer de los técnicos capaces de manejarlos. Tal es hoy la variedad y singularidad de dichos programas, que sería vana la pretensión de disponer in situ de un especialista para cada uno de ellos. Por el contrario, habrá que buscarlos cada vez dentro de la CA correspondiente, o fuera de ella, subcontratando su actividad o trabajando en red, pero con la responsabilidad final en ese taller que llamaremos Taller de Innovación (T de I).

Por cierto, sería muy práctico que, en algún centro interfaz de los existentes en las CCAA dedicados a la innovación, se tuvieran catalogados aquellos especialistas en programas técnicos (son estos variados, como es sabido: estructuras, óptica, acústica, representación, etc. etc.), para poder acudir a ellos en caso de necesidad; sería una especie de páginas amarillas telemáticas de la informática técnica que beneficiaría a los especialistas y usuarios particulares e institucionales. Trabajando en red no es tan difícil conseguirlo.

A propósito, esta idea de construir prototipos no es nueva. En el informe Cotec sobre “Innovación en la construcción” (2001-2002) se sugería a la Administración la posibilidad de admitir a los concursos públicos obras total o parcialmente experimentales, lo que implica haber desarrollado una política de experimentación acogida al Plan Nacional de I+D+I.


ACLARACIONES

CA: Comunidad Autónoma.

CCAA: Comunidades Autónomas.

CPI: Centro Público de Investigación.

I+D+I: Investigación, Desarrollo e Innovación.

ICO: Instituto de Crédito Oficial.

II: ingeniero inventor o innovador.

IIE: Instituto de la Ingeniería de España.

III: Instituto para la Ingeniería Innovadora.

OPI: Organismo Público de Investigación.

OTRI/OTT: Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación / Oficina de Transferencia de Tecnología.

PRICIT: Plan Regional de Investigación Científica y Tecnológica.

T de I: Taller de Innovación.



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