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GORDO


Por mi categoría personal pertenezco a un grupo de Very Important People que se reúne en un VIPS todos los jueves, no por casualidad, sino por resaltar nuestra catadura jupiterina (dies jovis). Mientras nos tomamos un café aprovechamos para dar rienda suelta a nuestras lenguas VIPerinas que no dejan títere con cabeza.


Se da el caso de que en la junta hay dos extremeños que, muy equitativos ellos son, uno de Cáceres y otro de Badajoz. Y que, a veces, nos traen noticias de El Gordo, el cacereño pueblo que hay junto al Tajo cuando abandona Castilla la Mancha. Queda al lado de la llamada Isla de Valdecañas que es lugar de litigio jurídico desde hace tiempo a causa de la urbanización de lujo allí construida con el  marinero nombre de Marina Isla Valdecañas.


La tal isla dentro del embalse, lo es a tiempo parcial ya que su insularidad depende del agua que contenga el embalse de Valdecañas (su presa, construida en 1960). Éste es el séptimo más grande de España, con 1.446 millones de m3 de capacidad.


Como referencia cabe decir que aguas abajo de su presa está la reserva natural del Parque Nacional de Monfragüe (a 64 Km) y, más al oeste, el embalse de Alcántara, cercano a la frontera portuguesa. Es éste el segundo más grande de España (3.162 millones de m3). El primero (3.210 millones de m3) también es extremeño, de la provincia de Badajoz, construido en La Serena en 1989, sobre el río Zújar. Como se ve, Extremadura se lleva la palma en materia de reserva hidráulica en España.


A su vez, el agua que pueda contener el embalse de Valdecañas depende de tres cosas:

1-De lo que haya llovido.

2-De que la compañía eléctrica Iberdrola que tiene la concesión de explotarlo, turbine más o menos entre las cotas 315 y 290 medidas respecto de la coronación de la presa: 75 m de amplitud de marea, una enormidad comparada con las mayores amplitudes que se dan en ninguna costa del planeta.

3-De las entregas de agua que España haya hecho a Portugal en cumplimiento de los 2.700 hectómetros cúbicos comprometidos con el país vecino, a suministrar anualmente por los ríos españoles que vierten en Portugal.


Todo eso hace que la isla en cuestión pueda resultar  tal, quedar convertida en una península o en una especie de divertículo de la tierra firme, por supuesto, siempre con un talud perimetral más o menos extenso y siempre de carácter desolado.


Pues bien, en esa isla de Valdecañas, a 174 Km de Madrid se construyó la urbanización de élite que hoy está cuestionada por la ONG “Ecologistas en acción”. Plantean éstos ante el juez que ha de demolerse toda la obra construida (200 viviendas y un hotel) para devolver al lugar su constitución original tal como se merece un ecosistema protegido: lo es, desde El Gordo hasta Monfragüe, éste incluido.


Parece que la Junta de Extremadura aceptó en su día la construcción y que el juez ha pedido ahora su opinión al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (sede de la Estación Biológica de Doñana) antes de sentenciar, y que CSIC es del parecer de los ecologistas. En la lista de pareceres anoto que la intención de la inmobiliaria era colmar la isla de construcciones, pero que la crisis ha forzado a interrumpir las nuevas obras dejando algunas a medias y al propio constructor en suspensión de pagos.


Los ecologistas protestantes apoyan su demanda mostrando en sus videos unas enormes máquinas de movimiento de tierras que dejan el lugar como un gran erial raso. Las fotos de la isla de antes de esta intervención no muestran que fuera un hábitat precisamente frondoso.


Voy a apresurarme a aportar dos testimonios personales. El primero referente a la isla de embalse con subida y bajada de la marea. Por mi condición de niño criado en puerto pesquero de la costa cantábrica tengo cierta prevención hacia la marea baja por lo deprimente de su aspecto; la marea alta, en cambio, es gloriosa, y digo esto aunque en una ocasión hube de salir de ella nadando con los zapaos puestos.


Nunca me habría comprado una casa en la ribera de un pantano, incluso teniendo dinero, que no era el caso. Seguramente a ningún habitante de la isla le ocurre lo que a mí, a la vista de las fotografías que la promoción exhibe con chicos sonrientes al remo de sus falúas con un horizonte verde-mar (nada de fronteras en marea baja).


El segundo testimoio hace referencia a la evolución del hábitat urbano que yo he vivido en el mismo sitio del  barrio de la Estrella desde que vine a instalarme en Madrid hace 50 años. El lugar estaba en la frontera de un desierto que partía en dos la autopista en incipiente construcción que se iba a llamar de la Paz (hoy M30). Esta vía ocuparía el lugar del arroyo del Abroñigal; después de ella, más desierto y, a continuación, el barrio de Moratalaz.


Ni un árbol a la vista. Eso sí, grandes montones de material de derribo mezclados con tierra de excavaciones y áridos diversos. En otoño se podían ver tipos que cazaban pajarillas con liga aplicada a juncos sobre los cardos muertos.


El colmo de la naturaleza al natural: una fuente manaba al pie de lo que después ocupó la gran obra de la Piscina 2000; su flujo se deslizaba hacia el Abroñigal y los vecinos lavaban allí mismo sus coches.


Pasados 50 años redactaré la nómina, por especies, de plantas y aves que ahora conviven en aquel desierto que se pobló de habitantes en torres de 14 plantas y bloques de 6, 10 pisos, o más:


Pino negral, pino canario, pino piñonero, chopo, olmo, laurel, ciprés común, tuya, adelfa, higuera, acacia, olivo, boj, yedra (hedera hélix y otras), arce, ciruelo, jazmín, níspero, acanto, siempreviva, rosal, rosa de pasión, trébol, madroñero, plátano de sombra, juncos de río, pitas, castaño de indias, eucalipto, camelia, lauro real, dondiego, tamariz, palmera (de variadas especies), piracanto, romero, almez, celinda, hojas de hierba a lo Walt Whitman …


Paloma torcaz y paloma común, mirlo, urraca, gorrión, cotorra verde, abubilla (upupa epops)


Como se ve, los animales abundan poco en variedad, pero mucho en cantidad; la lista de los vegetales está limitada a aquéllos cuyo nombre conozco; seguramente habrá otros tantos en la relación de mis desconocidos.