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Esto que presento a modo de artículo es en realiddad el contenido de una charla que dí sobre el tema, en el colegio donde estudiaban mis dos nietos mayores, y a petición de su directora, en febrero de 2003 .



Un tema tan interesante como éste, lo vamos a tratar en tres partes: por qué escribir, cómo escribir y para qué escribir.


Primero, por qué escribir.


Cual es la causa, la razón por la que escribimos. La respuesta es que lo hacemos porque tenemos ideas, inquietudes, sentimientos, soluciones, problemas, pensamientos, conocimientos, noticias, dudas, puntos de vista, opiniones, recuerdos, etc.


En definitiva, porque tenemos algo dentro de nosotros. Porque tenemos vida interior.


Hemos de plantearnos, pues, cómo se origina, cómo se cultiva y cuida esa vida interior. Hoy en día existen muchos más recursos que antes, para ello. Pero no debemos equivocarnos; esos recursos no son vida interior. Son precisamente lo contrario: son vida exterior. ¿A qué recursos me refiero?


Sobre la marcha se me ocurren 14, pero seguro que vosotros conocéis otros: los libros; el teléfono (convencional, móvil, vía Internet); los programas de ordenador; internet (como aprendizaje, información, entretenimiento); los CD, DVD y pendrives; el cine; la prensa; las video-conferencias; los viajes; los espectáculos; la movilidad que dan los medios de transporte; las revistas especializadas (desde las rosas hasta las monografías informáticas); la publicidad, etc.


Fijaos en una cosa. El recurso publicidad envuelve a todos los demás; ved lo importante que es para él la vida interior individualizada, de cada uno de vosotros. Los publicitarios no dejan de decirnos continuamente cosas como éstas: el producto tal que estabas esperando. El viaje a tal sitio que tú mismo te hubieras organizado; la novela que te gustaría leer; ya tienes ahora lo que deseaste toda tu vida; el videojuego que sabes te va a fascinar más que cualquier otro ...


Todo esto es falso. Pero a los publicitarios les gustaría que fuera verdad; así sus jefes, los vendedores, os podrían colocar mejor sus productos. Es decir, se quieren aprovechar de vosotros.


Entonces, ¿qué debéis hacer? Pues justo lo contrario: aprovechaos de ellos. ¿De qué manera?


Cuando os dicen ``el videojuego que sabes te va a fascinar más que cualquier otro´´ parece que os están diciendo: sé que tienes recursos para crear tú mismo tus propios videojuegos (a tal fin existen programas de ordenador). Sé que lo has intentado y que has conseguido algunas soluciones aceptables. Pero lo que te ofrecemos supera todo lo que has podido hacer.


Bien, dadles la razón. Indagad qué programas hay para crear videojuegos. Aprended a usar las herramientas que se os dan para usarlos. Aplicad vuestra imaginación, vuestra creatividad para eso, para crear. No os desanime el hecho de que vuestra obra no sea tal vez tan perfecta como una profesional. No importa; tendrá la característica singular de que será la vuestra. Entonces, la satisfacción de haberla hecho vosotros con los recursos de fuera, sí, pero dentro de vosotros, superará con mucho cualquiera de las ventajas que os ofrecen los publicistas.


Os he puesto un ejemplo concreto, pero los casos se pueden multiplicar. Seguro que habréis oído decir: hoy no hay que molestarse por nada porque ya está todo inventado. Para resolver cualquier cosa ya existe un programa de ordenador.


Esta afirmación es una falacia porque: primero hay que dar con el programa más adecuado (cualquiera no vale); en segundo lugar, hay que aprender a manejarlo; por último, tenéis que incorporarle algo de vuestra vida interior (conocimientos, por ejemplo). Sólo así podréis resolver el problema que se os plantee.


Quiero insistir en la importancia de la vida interior y en lo devaluada que está. Hoy en día los reportajes de los periódicos, por lo general, no tienen la menor sustancia. Eso en el mejor de los casos, porque lo habitual es que estén plagados de falsedades, contradicciones, faltas de ortografía, imprecisiones, lagunas, defectos de forma, desconocimiento de cuestiones clave (por cierto, no digáis nunca cuestiones claves, como suele decirse por ignorancia), falta de rigor, desconocimiento de nuestro propio idioma, etc. etc. Hoy no interesa que el periodista tenga ideas o criterios propios. Con el pretexto de que lo que ha de hacer es informar y no opinar, se limita a hacer un colage de cosas que oye a unos y otros (eso sí, diciendo siempre según dijo fulanito), a ponerlas juntas, cuando no revueltas para ofrecérselas a los lectores, ya que es eso lo que estaban esperando. El resultado es que el lector ingenuo termina su lectura igual que empezó, pero algo más confuso.


Hay que admitir que la vida está organizada así, y dudo que los profesionales puedan hacer mucho para cambiarla.


Pero vosotros sí. Vosotros os podéis permitir el lujo de desarrollar vuestra vida interior hasta el punto de que os desborde a vosotros mismos de manera que tengáis necesidad de expresar vuestra originalidad. La forma más fácil de lograrlo es escribiendo. Intentadlo. Atreveos a atreveros. Estad convencidos de que podéis. De que podéis decir muchas cosas. Creed en vuestras posibilidades. Alguien dijo: creo (de crear) porque creo (de creer).


Os preguntaréis: ¿escribir para quién? Mi respuesta es clara: esencialmente para vosotros mismos. Os voy a poner otro ejemplo. Mucho antes de que Dory, vuestra Directora, me planteara mi participación en esta semana cultural, yo ya tenía en mi cabeza, de forma difusa e incoherente todas estas idas que os estoy exponiendo. Lo que necesitaba era ponerlas en orden, aclararme yo mismo para saber si al final tenía algo articulado y con un mínimo de interés para vosotros. Y para ello, nada mejor que escribir.


Tendré que excusarme, pero si soy sincero he de decir que el encargo de Dory era una cuestión secundaria para mí. Lo principal era aclararme yo mismo. Claro que, de rebote, y si he acertado en mi objetivo principal, la beneficiada ha sido Dory y consiguientemente, vosotros.


Y escribid también para quienes tenéis cerca: vuestros familiares, vuestros amigos, vuestros compañeros. Aprovechad la ocasión ahora que tenéis bastantes: compartid con ellos vuestros escritos que es tanto como compartir vuestros afectos, ilusiones, conocimientos ...


Veamos en segundo lugar cómo escribir.


Os voy a contar cómo lo hago yo. No sé si los demás harán lo mismo. Supongo que todo dependerá de las condiciones de cada cual. Yo tengo poca capacidad de improvisación y de memorización, así que tengo que poner mis pensamientos sobre el papel, desordenadamente, según surgen, para ordenarlos después. Esto vale tanto para una conferencia como para un libro.


Confesaré que en la mayoría de los casos en que he escrito un libro (entre libros, libritos y tratados he escrito unos siete), lo primero que he hecho es escribir el prólogo. Por cierto, os recomiendo que siempre que leáis un libro, no dejéis de leer su prólogo dos veces: antes de empezar la lectura y después de terminarla.


El paso siguiente es darle una pasada al borrador para escribirlo todo de nuevo pero ya dando orden, concierto y un poco de forma literaria a lo escrito, pero sin demasiada preocupación por el estilo.


Luego hay que dejarlo todo a remojo, como los garbanzos se ponen en agua la noche anterior a hacer el cocido: nos debemos permitir una vacación. Dejar pasar unos días, olvidarse del tema y ocuparse de otras cosas. Olvidarse completamente no será posible, así que algo seguirá rondando por debajo de los quehaceres de esos días de vacación.


Al volver a lo escrito, después de la vacación lo miraremos con ojos nuevos, más distantes, y como si estuviéramos leyendo lo que escribió otro. Con esto, y con lo que nos rondó subterráneamente durante la vacación, estamos en condiciones de pasar lo escrito a casi definitivo.


Digo casi, porque al final siempre habrá que hacer un retoque al estilo y, cuando haga falta, a la extensión. Imaginad que el prólogo resulta más largo que el libro, o que si en lugar de un libro se trata de una charla, lo escrito ocupa más tiempo que el concedido, o que nuestro escrito dice algunas cosas que nos son muy queridas a nosotros pero que resultarán de poco interés para quienes van a escuchar la charla. Habrá que hacer, pues, una labor de poda.


Y de perfeccionamiento del estilo. Aquí es fundamental una cosa que, a medida que se usa más, resulta más entretenida. Me refiero al uso del diccionario  que sirve para muchas cosas. Nos resuelve dudas ortográficas y de significado. Nos descubre otros significados que tiene una misma palabra y que para nosotros son nuevos. Moverse por un diccionario es como viajar. En la definición de una palabra podemos encontrar otras desconocidas para nosotros: nuestra curiosidad nos llevará a buscarlas en su sitio con lo que aumentaremos nuestros conocimientos.


Este proceso es, a la vez que útil, muy entretenido y gratificante, especialmente cuando manejéis una lengua extranjera. Mi consejo es que, a poco inglés o francés que sepáis, utilicéis siempre un diccionario inglés-inglés o francés-francés. Aprenderéis mucho más y más rápidamente. Por supuesto, manejando el diccionario, no olvidéis nunca pronunciar correctamente ya sea mentalmente, ya sea entre dientes.


Cuando ya tengáis práctica de uso del diccionario alfabético para escribir, sentiréis la necesidad de otro diccionario más especial que os resuelva el problema de dar con la palabra, que no sabéis cuál es y por tanto no podéis buscar, pero que corresponde a una idea, a un concepto o a algo que tiene que ver con otras cosas. Para eso está el diccionario ideológico. No es cuestión ahora de profundizar en él.


Hoy, una alternativa al diccionario ideológico es un buscador tan bueno como el de Google que, de hecho, funciona como un diccionario ideológico. Sólo hay que intentar dar con unas palabras clave que estén bien asociadas a la idea, y el buscador hará el resto.


Sólo quiero que os quedéis con el mensaje de que usar el diccionario es tan entretenido como viajar por Internet. De hecho, el diccionario de la Real Academia lo tenéis en Internet preguntando a cualquier buscador simplemente por RAE (Real Academia Española).


A la hora de hablar de cómo escribir, es inevitable tocar el tema del estilo; como no vamos a tener tiempo para entrar en detalles, me limitaré a señalar que se puede escribir en prosa o con un estilo poético. Del primero me quiero fijar en el estilo epistolar porque creo que es el más adecuado a vuestra situación. Es un estilo fácil y de gran tradición (recordad las cartas persas de Montesqieu, las cartas marruecas de Cadalso y sobre todo las cartas de mujeres de nuestro premio Nóbel de Literatura Jacinto Benavente).


Este estilo recuerda mucho a lo que vosotros hacéis cuando chateáis con vuestros amigos. La diferencia es que ha de hacerse de forma más pausada y profunda, menos apresurada, con menos improvisación. Aprovechad los recursos que se os brindan hoy. Escribid según os acabo de explicar y luego poned un correo electrónico (un @). O no lo pongáis y guardad lo escrito para vosotros mismos, para vuestra propia satisfacción. O para enseñárselo a los más próximos que tengáis a mano, para poderles decir: mira lo que acabo de escribir, ¿qué te parece?


Con ello, aparte de perfeccionar vuestra escritura, favoreceréis las relaciones personales, daréis motivo a otros para reflexionar como antes lo hicisteis vosotros, y en definitiva enriqueceréis vuestro entorno humano. Seguro que ellos os lo agradecerán y vosotros seréis los primeros beneficiados.


Hablemos por fin de para qué escribir. Ya habréis notado que, sin querer, mis últimas palabras se han deslizado en el terreno del para qué.


Pero no quiero terminar sin una observación. Me parece que hoy pocos están dispuestos a hacer nada que no pueda producir dinero. Esto es una aberración. Terminaré como empecé: escribid para desbordar vuestra vida interior. Después, si a fuerza de escribir hacéis literatura que dé dinero, como les ocurre a muy pocos escritores, pues magnífico.