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SORIA, TIERRA DE POESÍA.  Becquer y Soria

            

                El Monte de las Ánimas, delante.

                Detrás, un resplandor de violeta

                que a tu entraña y perfil de negro reta,

                a escapar de la noche en un instante.


Este es el primer cuarteto de mi soneto que titulé Moncayo, amanece.


Y es que yo, sin quererlo, reflejé en 1988 mi relación muy particular con Bécquer.


El cuarteto tiene la forma de una gran pantalla alzada por detrás del Moncayo, desde Veruela, para leer en ella, como si se tratara de la relación de reparto de una película, todos los nombres sorianos que aparecen en la vida y obra de Bécquer: Pozalmuro, Yanguas, Beratón, Noviercas, Torrubia, Gómara, Almenar y Soria ciudad, con El Monte de las Ánimas, San Juan de Duero, San Polo, San Saturio ...


Me veo leyendo la pantalla desde los altos del Mirón, asomado en el hospital donde mi madre tenía sus últimas estancias.


Voy a contarles a ustedes la película utilizando la técnica de Bécquer en sus Leyendas: Saldré a la escena de vez en cuando para orientar al auditorio y dejarlo después prendido del hilo del parlamento, tal como hacen los encadenados narradores dentro de la prosa becqueriana.


Algo parecido solía hacer Hitchcock en sus películas: siempre nos sorprendía la presencia de su imagen mofletuda, ocasional y sin motivo.


Que por cierto, lástima es que el gran director inglés y mago del suspense no hubiera conocido a nuestro poeta. ¡Qué maravillas no hubiera hecho con las Leyendas Los ojos verdes, El Monte de las Ánimas, La promesa, o El beso!


Ya dije en mi introducción al estudio sobre el Cantar del Cid, que todo había empezado con mi abuelo Juan en San Esteban de Gormaz donde fue secretario. De secretario se trasladó a Noviercas, donde mi padre ejerció de maestro. De maestro y de enamorado de mi madre que también era maestra allí. Allí se casaron y allí nací yo: al pie del Moncayo, del lado de Soria.


Justo en Noviercas vivió Bécquer porque su suegra era de allí: en Noviercas nacieron sus dos hijos Gregorio y Emilio que fueron bautizados en la misma iglesia que yo.


La semilla de Bécquer cayó en Soria arrastrada por los fuertes vientos románticos de la época. Venía de lejos, de Flandes y de mucho tiempo atrás, del siglo XVI (Miguel Adam Becker la trajo). Hizo escala en Sevilla donde había nacido nuestro poeta en 1836, con estancia en Madrid donde las pasaría bohemias hasta 1860.


                Llegó la noche y no encontré un asilo;

                ¡y tuve sed ! ... Mis lágrimas bebí.

                ¡Y tuve hambre ! ... ¡Los hinchados ojos

                cerré para morir !                    (Rima LXV)


Era aquel un tiempo singular en el que el progreso avanzaba en dos sentidos opuestos: El ferrocarril conducía con la comodidad de entonces a lugares inaccesibles antes y de promesa ahora, y la llamada histórica arrastraba a los espíritus románticos sensibles y con bagaje intelectual, a la baja Edad Media para disfrutar de sus ruinas cubiertas de jaramagos y de yedra. Porque creo que es así, yo he dicho en mi obra El Románico en la ciudad de Soria, que el Romanticismo es el Renacimiento de la Edad Media.


El Romanticismo lo impregnaba todo en la Época Isabelina. La política: El Marqués del Duero (General Concha) con el general Diego de León intentando raptar a la joven reina Isabel II. Las finanzas: El Marqués de Salamanca y sus negocios de ferrocarriles e inmobiliarios (éxitos, ruinas, mecenazgos). La Literatura ...


De la literatura vamos a hablar, y de Bécquer en particular. Bécquer, en la partida de nacimiento de su primer hijo aparece como de profesión escritor periodístico y en la de su tercero como empleado y escritor público. Hay que pensar que por esto se tenía a sí mismo nuestro poeta, y muy acertadamente, a decir verdad.


Porque fue en los periódicos donde su prosa e incluso sus primeros versos vieron la luz. Revistas y periódicos sevillanos se hicieron eco de los versos del niño y adolescente Bécquer.


Con 12 años le publican su Oda a la muerte de Alberto Lista que sorprende por su madurez, contención, perfecta organización y erudición literaria de inspiración clasicista al amparo precisamente de Lista, aunque con sus primeros apuntes románticos.


No hay que olvidar que Lista fue, fundamentalmente, un neoclásico:


                Para ellos tiende su brillante velo

                La noche sosegada,

                y de trémula luz se esmalta el cielo,

                y da al amor la sombra deseada.


dice D. Alberto refiriéndose a los amantes en su poema Al sueño.


Esos apuntes románticos son los del hipérbaton. Veamos cómo se expresa Bécquer en la estrofa de la referida oda:


                Llorad, musas, llorad, y descompuestas

                las trenzas del cabello dad al viento;

                la Parca fue quien de su vida el hilo

                cortó inmutable.


Nuestros clásicos hacían rimas con gerundios, participios y pretéritos imperfectos. El recurso del hipérbaton es la panacea de la rima. Y de él fue un maestro Bécquer. Veamos algunos ejemplos:

               

                Volverán las oscuras golondrinas

                en tu balcón sus nidos a colgar.                     (Rima LIII)

                 

                Mientras la ciencia a descubrir no alcance

                las fuentes de la vida                        (Rima IV)

                

                Yo nado en el vacío, 
                del sol tiemblo en

                                             la hoguera                       (Rima V)


                Del salón en el ángulo oscuro                      (Rima VII)

               





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