Estás en: LOS LÍMITES DEL CRECIMIENTO EN EL UMBRAL DE UN NUEVO PARADIGMA

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Robando el recordatorio que Tamames hace en relación con la crisis de 2007 en adelante, habría que implementar una especie de Plan Marshall para África que tendría estas ventajas:

- Es un continente tan deprimido que, a poco que se haga a su favor ha de apreciarse mucho.

- Sería el laboratorio ideal para poner en práctica el efecto de vasos comunicantes entre países ricos y pobres que preconiza el Modelo Desmaterializado: Los primeros decrecerán en cantidad pero crecerán en calidad. Los pobres crecerán en ambas, cantidad (hasta llegar al nivel razonable de todo el mundo) y calidad. Ya lo he apuntado más arriba.

- Serviría para desarrollar todas las estrategias de cambio desde el Modelo de Crecimiento al Modelo Desmaterializado.

No hay que engañarse. Una actuación tipo Plan Marshall tuvo un gran éxito en los años 1948-1952, pero estaba enmarcada en lo que pronto sería el Mercado Común europeo. Además, según afirmó Galbraith en su momento, él que era diplomático además de economista, el éxito se debió a la infraestructura técnica existente en los países receptores, cosa que al no darse en los países atrasados, impide extrapolar a ellos acciones semejantes.

Opinión ésta que, a mi juicio, no es incompatible con que ahora se pudiera acometer acción semejante en el continente africano con tal de que sea enmarcada precisamente en el Modelo Desmaterializado y esté auspiciada, institucionalmente, desde las altas instancias de la ONU. El primer efecto que se seguiría es el de evitar que el tercer mundo venga a ayudar al primero en su empeño de crecer, recibiendo a cambio como pago el contagio del mismo afán por crecer.

Además, hay algo muy importante en apoyo de esta iniciativa. En la Fig. 2-12 de nuestro libro se muestra cómo la producción de alimentos en África desde 1950 a 2001 se triplicó, mientras que la producción de alimentos per cápita disminuyó en un 9 %. Es decir, la mayor cantidad de alimentos no se empleó en alimentar mejor a una población depauperada, sino en alimentar igual de mal a más gente.

Un Plan como el Marshall podría servir como hito rompedor del círculo vicioso de más pobreza conduce a más población y el aumento de ésta, a más pobreza. Porque la realimentación positiva de un sistema también puede funcionar así (y copio):

Menos pobreza comporta la desaceleración del crecimiento de la población y en consecuencia, menos pobreza. Con una inversión suficiente mantenida durante el tiempo necesario, con precios justos de los productos y la mano de obra, con una producción creciente asignada directamente a los pobres, y en especial a la educación y al empleo de las mujeres y a la planificación familiar, es posible invertir los efectos del ciclo población-pobreza.

A mi juicio, este es un procedimiento sano de involucrar a los pobres en su propio crecimiento. Comprometer a los pobres en un supuesto e ilusorio crecimiento como el de las hipotecas subprime, tuvo el resultado que conocemos: hundir a los pobres en una sociedad algo más empobrecida, empobrecer un tanto a los medio ricos y enriquecer más a unos cuantos ricos listos.

A esta acción pública, institucional, se sumarían espontáneamente iniciativas privadas de otro carácter (recordar los teléfonos móviles de Níger). Como no sea bajo el paraguas de la Responsabilidad Social Corporativa de algunas empresas no se puede esperar de éstas que entren en negocios de alfabetización o cosas semejantes. Aunque la amplia base de la pirámide de las necesidades elementales en Maslow siempre será muy tentadora para que las empresas hagan negocios en los países pobres, dentro del nuevo paradigma.

Y como todo no va a ser hagiografía diré que me sorprende el trato que el libro da a la energía nuclear. En su Capítulo 3 (fuentes y sumideros) tan sólo ocupa seis renglones dedicados a mostrarla en desventaja frente a las energías renovables de base solar (en definitiva, prácticamente todas las que ahora se barajan). La energía nuclear de fusión que se espera para más tarde, ni la menciona el libro. Mejor; dejemos trabajar en paz a los científicos y técnicos.

Terminaré con unas cuantas citas del libro. Las necesarias para que queden resonando en nuestra conciencia, en nuestro pensamiento y en nuestra esperanza. Las requeridas para evitar llenar nuestro vacío interior con abundancia de cosas materiales:

Ni el crecimiento es siempre bueno ni el crecimiento es siempre malo. Lo que hace falta no es crecimiento, sino desarrollo. En la medida en que el desarrollo requiera una expansión física, ésta debería ser equitativa, asequible y sostenible, contabilizando todos los costes reales.

Las personas no necesitan automóviles enormes; necesitan admiración y respeto. No necesitan un flujo constante de ropa nueva; necesitan sentir que otros las consideran atractivas.

Tratar de colmar necesidades reales pero inmateriales -de identidad, comunidad, autoestima, superación, amor, alegría- con cosas materiales, es crear un apetito insaciable de falsas soluciones para deseos nunca satisfechos.

La sostenibilidad se contempla como un mundo al que hay que aspirar, no a regañadientes, sino con alegría, no con espíritu de sacrificio, sino de aventura. Un mundo sostenible podría ser mucho mejor que el mundo en que vivimos hoy.

Un estado sostenible no sería una sociedad de desencanto y estancamiento, desempleo y quiebra que experimentan los sistemas económicos actuales cuando se interrumpe su crecimiento.

Una transición deliberada a la sostenibilidad se produciría con lentitud suficiente y con bastante tiempo de preaviso para que las personas y las empresas pudieran encontrar su sitio en la nueva economía.

Sintetizando: La solución de sostenibilidad que propugna nuestro libro se sustancia en reducir el consumo y la natalidad, y en aplicar la tecnología a disminuir la huella ecológica y a aumentar la eficiencia de los procesos humanos. Está recogida en la Proyección 9.



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