Estás en: LOS LÍMITES DEL CRECIMIENTO EN EL UMBRAL DE UN NUEVO PARADIGMA

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En cuanto a la panacea del libre mercado, copio de Tamames, a propósito de la crisis de 2007 en adelante: “El magnate Soros imputa la situación a una tolerancia excesiva de las fuerzas del mercado al que se dio todo el poder en Gran Bretaña por Margaret Thatcher y en USA por Ronald Reagan”.


Esas fuerzas del mercado no son otras que las de los poderosos que, en definitiva, hacen que el mercado no sea libre. ¿O alguien cree que un modesto agricultor de El Salvador ha estado alguna vez en igualdad de condiciones que la antigua United Fruit Co. para competir en el mercado? Tres siglos de mercado libre nos han conducido al desequilibrio que hoy se da entre países ricos y pobres.

No, el mercado no está en condiciones de manejarse con las cuestiones sociales, ni las intergeneracionales, ni las del largo plazo, ni las del procomún (Alexander King, La primera revolución mundial). El intento de resolver los planteamientos de Kioto para hacer frente a la contaminación atmosférica por emisiones de CO2 mediante el llamado “Mercado de derechos de emisión” es un buen ejemplo.


Europa lleva muy a mal que los EE.UU se hayan desmarcado de Kioto porque ello le supone una carga insoportable. Pero a la vez, y en voz baja, se dice que eso mismo es una bendición para ella: Si EE.UU entrara a tope en el juego del mercado mundial de emisiones, con todo lo que contamina, ejercería tal demanda de derechos, que los haría subir de precio de forma que a la propia Europa la resultaría imposible seguir contaminando…


Tómese lo anterior sólo a efectos cualitativos; quien quiera adentrarse en las cuantificaciones no tiene más que seguir los gráficos explicativos de las distintas proyecciones que muestra el libro.


Este libro tercero no se limita a las cuestiones puramente materiales sino que invoca las de orden social (lo social globalizado a nivel mundial). Lo que Tamames llama muy elegantemente solidaridad diacrónica superadora de la solidaridad sincrónica. Hoy en día no hay muestra de ninguna de las dos: los ricos (hablaré así para simplificar) no son solidarios con los pobres de hoy y mucho menos con las generaciones futuras.


Pero es que además el libro pone el dedo en la llaga de cómo no escarmentamos: Ese estiramiento de límites que algunos pretenden (nunca más apropiado afirmar que huimos hacia delante) equivale a hinchar una burbuja planetaria. No nos bastó la explosión de las punto.com que dio lugar al nacimiento y posterior explosión de la burbuja inmobiliaria que ahora sufrimos (lo explica muy bien Tamames). Parece que la humanidad entera sigue pensando: comamos y bebamos y el que venga atrás que arree!


Todo en aras del progreso, del crecimiento y del consumo asociado. Sin consumo no hay crecimiento y sin crecimiento no hay empleo (ahora hay que crecer alrededor de un 3% para que lo haya). Y sin empleo no hay felicidad porque el conjunto de todo ello la produce mediante la satisfacción de nuestras necesidades en el marco de la sacrosanta libertad democrática, es decir, la sacrosanta libertad de mercado en definitiva.


Y lo más dramático es que quien así se expresa tiene razón. Tiene toda la razón estando como estamos viviendo en el modelo económico que tenemos. Y más dramático aún es que ese modelo no sólo lo sustentan los ricos, los financieros, la banca y los economistas en general. Es que es el modus vivendi ideal para políticos de todo signo y pueblo llano de los países tanto ricos como pobres. A ver, oí decir a uno hace poco; no nos van a llevar a vivir en las cavernas otra vez!


Mutatis mutandi copiaré lo que escribía Kenneth Galbraith en 1971 a propósito de lo que se cocía en la levantisca Berkeley cuando él empezaba a enseñar economía agrícola en aquella universidad en la que los estudiantes, medio alborotadores, medio comunistas, se hacían notar tanto. Decía: Aunque yo reconocía que el sistema (se refería al sistema económico vigente) no podía y no debía sobrevivir, me encontraba tan bien en él que, en secreto, lamentaba un poco su destino.


Pues a pesar de lo que digan unos y otros, la cosa es insostenible. A ver si nos enteramos por fin una vez que nos lo han dicho en chino. Copio literalmente del último libro de Tamames: En el foro económico mundial de Davos, en enero de 2009, el Primer ministro chino Wen Hiabao, manifestó: Los chinos ya nos hemos dado cuenta de que nuestro modelo actual de desarrollo económico no es sostenible.

Y sin duda deben saber algo del tema a la vista del sky line de Shanghay.


Lo que me resulta más asombroso del libro es la contención con que los autores se enfrentan a sus objetores mientras proponen discreta, sabiamente y de manera transparente sus resultados y soluciones alternativas.


El libro no está en contra del crecimiento. El crecimiento exponencial se da en los seres vivos de dos modos: exponencial propiamente dicho para la especie y derivado, es decir, limitado, para los individuos. Así pues, la población humana crece exponencialmente aunque afectada por ciclos de realimentación positivos o negativos, según las circunstancias. Esta cuestión demográfica es una de las más importantes tratadas en profundidad por nuestro libro.


El concepto de crecimiento derivado equivale, en definitiva, a una forma controlada de crecimiento exponencial que se da en los individuos de una especie. Se conoce desde hace poco más de 30 años al descubrir que las plaquetas eran responsables, en los seres humanos, de unos factores reguladores de la proliferación celular, de su diferenciación, crecimiento y desarrollo.

De hecho, para atacar ciertos tipos de cáncer (leucemia, por ejemplo) se practican los adecuados trasplantes de plaquetas a fin de contener el crecimiento desordenado de las células cancerosas de los pacientes.

Lo mismo que hay crecimiento exponencial en la biología, la experiencia histórica muestra que también se da en el crecimiento del capital industrial, al menos desde la Revolución Industrial: una fábrica, junto con otras, tiene la virtualidad inherente de perpetuarse produciendo cosas que al final pueden producir nuevas fábricas. Y ello tiene sus consecuencias de entorno: en el interés compuesto bancario, la dinámica del PIB, etc.


El modelo vigente se enfrenta, pues, a dos manifestaciones de crecimiento exponencial que son letales para el ecosistema Planeta Tierra: el de la población y el del capital industrial. El primero hace estragos en los países pobres y el segundo en los ricos. Al final tenemos un crecimiento exponencial del consumo que agota las fuentes y desborda los sumideros.


Los crecimientos exponenciales son muy problemáticos, por no decir muy peligrosos, ya que en un momento dado el enorme crecimiento puede resultar incontrolable e irreversible. Para hacer frente a esos dos preocupantes crecimientos tenemos que imitar a la naturaleza en su modo de crecimiento derivado, el del control de las plaquetas.


Según Dennis Gabor, el crecimiento exponencial hasta el infinito sólo se da en las matemáticas, no en la vida real. En ésta, un tal crecimiento, o se adapta oscilantemente a un límite, o se colapsa. Con esta visión tenemos una idea de lo que nos puede pasar en la tierra si seguimos creciendo.


Es decir, si seguimos consumiendo desaforadamente. Pero nadie debe asustarse ante la perspectiva de consumir menos. Hoy la sociedad está como drogada y no se la puede someter a un tratamiento de corte radical que la llevaría a padecer síndrome de abstinencia. Por el contrario, todo el mundo está de acuerdo en que lo que hay que hacer es dominar ese crecimiento exponencial, curvándolo hasta llegar al Paradigma de la nueva sostenibilidad. No es sólo cosa del MIT. En la misma línea se movía en 1997 el Instituto del Medio ambiente de Estocolmo.



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